Paysandú, Miércoles 02 de Julio de 2014
Opinion | 25 Jun Luego de una reacción virulenta y exabruptos contra el juez actuante en el caso y la Justicia de Estados Unidos, por el fallo del magistrado Thomas Griesa que obliga a Buenos Aires a pagar la totalidad de los que denomina “fondos buitre” de la deuda externa argentina, con el paso de los días y una evaluación lógica de la realidad, del “no pagamos nada” el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner ha pasado a pedir una ronda de negociación con los tenedores de estos bonos emitidos por Argentina en su momento para hacerse de dinero, en base a las reglas de juego imperantes.
En los términos del acuerdo a que llegara con los acreedores en su momento, Buenos Aires aceptó la jurisdicción de la justicia de Estados Unidos, de la que ahora de una u otra forma ha pretendido zafar en un primer momento, y por lo tanto pretendiendo borrar con el codo lo escrito con la mano en el sentido de dar por valedera esta jurisdicción.
Pero con el paso de los días en que se ha tratado de absorber este impacto negativo y evaluar alternativas, como corresponde, los abogados del gobierno argentino decidieron pedir al juez neoyorkino Thomas Griesa que instrumente una medida suspensiva de la sentencia de pago para encarar un proceso de negociación con los fondos “buitre”. Así lo anunció el ministro de Economía, Axel Kicillof, durante una conferencia de prensa en el Palacio de Hacienda.
El funcionario explicó que se solicita una medida cautelar (stay, en la jerga jurídica) sobre la clásula pari-pasu de la sentencia de pago de los acreedores. De ser aceptada, esto permitiría a la Argentina el próximo 30 de junio cancelar un vencimiento de intereses con bonistas que ingresaron al canje sin riesgo de que la Justicia de Nueva York lo embargue.
“Es esencial que el juez otorgue esta medida para que la Argentina pueda continuar pagando a sus bonistas de la reestructuración normalmente, y de este modo llevar adelante un diálogo que nosotros necesitamos que sea en condiciones equitativas para el 100% de los acreedores”, dijo Kicillof al realizar el anuncio en conferencia de prensa. La noticia se conoció luego de que la presidenta argentina, Cristina Fernández, se mostrara el viernes último dispuesta a dialogar con los acreedores conocidos como “holdouts” por quedar fuera de los dos canjes de deuda ofrecidos por Argentina en 2005 y 2010.
Es decir que más allá de los discursos ante las multitudes proclamando urbi et orbi el “no pagaremos” la deuda a costa de la sangre y el esfuerzo de los argentinos, el gobierno del vecino país procura de todas formas lograr un acuerdo que lo deje fuera de la perspectiva del default y regularizar su situación frente al mundo financiero internacional, donde no tiene crédito debido precisamente a que durante varios años se negó a efectuar pagos para amortizar su deuda y fue hace pocos días que signó el acuerdo con el Club de París para convenir fórmulas de pago.
Ocurre que con los fondos buitres o holdouts, que reclaman el pago de la totalidad de la deuda en condiciones que se podrían negociar, además de ser una piedra en el zapato para el gobierno de Fernández de Kirchner, cualquier acuerdo que se logre estará en la mira de los acreedores que negociaron “de buena fe”, que podrían exigir una reestructura en las condiciones de pago si consideran que era mejor negocio negarse a la reestructura, como los “fondos buitre” especuladores, porque obtendrán más dinero por sus bonos.
En este escenario, lo que no es de recibo, por lo demás, salvo la idea de ponerse del lado del presuntamente más débil o por afinidad ideológica, es que gobiernos de la región, como es el caso de Uruguay, Bolivia, Ecuador, entre otros, en organismos regionales hayan declarado su solidaridad con Argentina --lo que no está mal-- pero a la vez abrir el paraguas manifestando que Buenos Aires ha actuado bien el negarse al pago de estos fondos especulativos y que es deber de toda la región hacer un frente común contra estos tenedores de bonos. Es el equivalente a decir que está bien ser moroso, no pagar las deudas asumidas y extorsionar a los acreedores para que acepten recibir de lo que se le adeuda lo que el país está dispuesto a pagar, les guste o no.
La actitud de estos países “solidarios” es simplemente una pretensión de curarse en salud --es un decir-- de cara el futuro, por los que les podría tocar, aunque felizmente países como Uruguay optaron por hacer el máximo esfuerzo posible por arreglar con los acreedores desde un principio, y prácticamente sin quitas, aunque durante décadas el Frente Amplio proclamó cuando estaba en la oposición que no había que pagar la deuda externa, e incluso el expresidente Tabaré Vázquez opinó en la crisis de 2002 que Uruguay debía declararse en default.
Pero lo de Argentina es impresentable, al negarse por años a hacer frente a sus compromisos y ahora erigirse como víctima ante los que reclaman lo suyo en base a las reglas de juego que aceptó sin ambages en su momento. Y si hay un país que realmente reúne las mejores condiciones para pagar su deuda y salir adelante con una reestructura razonable, ese es precisamente la Argentina, porque cuenta con enormes recursos naturales y con solo ordenarse, establecer reglas de juego claras y respetarlas --o sea, demostrar algo de seriedad--, está en situación de promover inversiones que en poco tiempo le permitirían aumentar significativamente su Producto Bruto Interno y potenciar sus condiciones para ir pagando sin sobresaltos la deuda y al mismo tiempo crecer muy por encima de los demás países de la región, que no son tan privilegiados.
Pero eso no es fácil de lograr de un día para el otro, porque implica rectificar rumbos, terminar con las prácticas voluntaristas y suicidas de la dirigencia política pora mantenerse en el poder al costo que sea, desterrar la corrupción, dar real independencia al Poder Judicial, eliminar subsidios para sincerar la economía y abrirse al mundo, en lugar de seguir sacando pecho y practicar el doble discurso, de persistir en la táctica del autoengaño y el patoterismo tanto en lo interno como hacia los vecinos, como es el ejemplo claro del conflicto por UPM. La otra alternativa es seguir como al presente, haciéndose trampas al solitario y mintiéndole a su propio pueblo --que lamentablemente se la creen en gran medida--, continuar navegando en aguas embravecidas, alardear en las tribunas pero sometiéndose a la dura realidad cuando las cosas ya no dan más y así cercenarse un futuro promisorio al que podría llegar haciendo solo un esfuerzo y hasta sin mucho sacrificio.
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