Deportes | 30 Jun Frente a su casa de Lagomar, una empresa de cable instaló una pantalla gigante para que las decenas de hinchas que se acercaron a alentarlo pudieran ver el vital partido ante Colombia.
En Maracaná, a cientos de kilómetros, miles de hinchas se pintaron la cara, recurrieron a caretas (a la mayoría les fueron retiradas por la seguridad del estadio por orden de FIFA que, por otra parte, ordenó que la televisión no enfocara nada que hiciera referencia al delantero), carteles a su favor y en contra de FIFA y sus dirigentes.
Lo cierto es que sin Luis Suárez, prácticamente deportado a Uruguay tras haber sido sancionado, la selección uruguaya terminó eliminada del Mundial frente a los cafeteros.
Seguramente nadie se acuerde en el futuro que Uruguay perdió el primer partido del Grupo D, ante Costa Rica. Pero que con la soga al cuello le ganó a dos candidatos, Inglaterra e Italia, para seguir con vida.
Es un hecho que sí permanecerá el recuerdo de que FIFA sacó a Suárez del Mundial, y que Uruguay sintió futbolísticamente el no tener a su mejor exponente para afrontar los octavos de final. Y que lo pagó caro.
Y serán muy pocos los que se acordarán que Suárez cometió un gruesísimo error, que tiró por tierra una mágica recuperación tras una operación, y que hipotecó (aunque podría haber sido el mismo) el futuro celeste en el Mundial. Porque también él sabe que una cosa es Uruguay con Suárez, y otra sin él.