Paysandú, Domingo 06 de Julio de 2014
Opinion | 05 Jul En las últimas horas tres dirigentes políticos --dos de ellos del partido de gobierno y uno de la oposición-- fueron objeto de robos, en modalidades diferentes, pero con el común denominador, ostensible, de la ola de inseguridad que vive el país y en este caso particular Montevideo.
Daisy Tourné, exministra del Interior y actual diputada oficialista y la exministra de Salud Pública Julia Muñoz, fueron víctimas de robos en los que desconocidos destrozaron vidrios de sus respectivos autos y les sustrajeron elementos personales del vehículo, en tanto que el presidente del Partido Independiente, Pablo Mieres, fue “visitado” por los ladrones por cuarta vez en su domicilio, en el que no se encontraba en ese momento, y le sustrajeron televisores, computadoras y otros elementos.
Es decir, estamos ante episodios del tipo de los que han sido víctimas en cada rincón del país miles de ciudadanos, en una gran variedad de modalidades que lamentablemente tienen como característica muchas veces una agresividad extrema, por una serie de factores que naturalmente incluyen la pérdida de valores y con el ingrediente en determinadas situaciones de la adicción a las drogas de los malvivientes.
Ocurre que este escenario al que nos referimos, que solo no ve quien no quiere ver, sin embargo es evaluado de distinta forma en cuanto a sus orígenes y gravedad, por concepción ideológica, si tenemos en cuenta que la constante en la gran mayoría de dirigentes de la coalición de izquierdas --desde hace dos períodos en el gobierno nacional-- ha sido la de relativizar la ola de delincuencia y en muchos casos señalar que tal inseguridad no existía más que en la imaginación febril y en medios de difusión de la “derecha”.
Le tocó ahora a la exjerarca del Interior sufrir en alguna medida en carne propia un episodio de estas características, --aunque sin agresión física, felizmente-- como tantos uruguayos, y también a la exministra Muñoz, quien al ser consultada por El Observador sobre el robo --registrado durante una gira electoral de Tabaré Vázquez-- primero negó el episodio y luego contactada nuevamente, lo reconoció, pero argumentó que “es un tema del cual no me gusta hablar”.
No es porque sí que las redes sociales han sido inundadas de mensajes y referencias burlonas hacia los jerarcas de gobierno que han sufrido estos robos, precisamente por su actitud de negar y/o justificar la delincuencia por la “deuda social”.
El punto es que a esta altura, tarde o temprano le pasa a cualquiera, porque la delincuencia no respeta ideologías. Es bueno que las autoridades se den cuenta, aunque sea de una forma tan traumática como esta. Felizmente al menos, lo que les sucedió es “solo un robo”; nada más que un delito menor, que seguramente les volverá a tocar.
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