Paysandú, Martes 08 de Julio de 2014
Opinion | 02 Jul El fútbol nos une tanto como nos separa a los uruguayos. El reciente episodio de la máxima estrella del balompié oriental, Luis Suárez, en el partido con Italia, por el Mundial de Fútbol que aun busca su campeón en estos días, es un buen ejemplo. El país se dividió en dos, en primera instancia. El país pensó que si hubiera podido jugar Suárez otra hubiera sido la suerte con Colombia. El país se alineó detrás del presidente Mujica cuando éste dijo que los “popes” de la FIFA son unos buenos hijos de sus prostitutas madres. Y además son viejos.
En el país, incluso entre quienes no estaban de acuerdo con Suárez por su agresión al jugador italiano, se encontró fácilmente consenso cuando se conoció la sanción de la FIFA, formándose la idea de que fue deliberadamente excesivo. Y eso llevó a otra idea, la de que Uruguay es algo así como víctima de una conspiración. “Somos demasiado buenos, nos querían afuera como sea”, fue la idea general que nos encontró unidos detrás de la celeste.
Así es que el exabrupto de Mujica no cayó mal ni en un momento inadecuado. Porque de hecho, la mayoría de la gente reaccionó como Mujica. Sintonizar con el sentir de la mayoría de una sociedad siempre es un desafío para un presidente. Así que probablemente eso beneficie su imagen a nivel doméstico, aún si esa no fue su intención.
La imagen y credibilidad de la FIFA han sido salpicadas por una serie de denuncias de corrupción, así que enfrentarse a una entidad así puede verse como un elemento favorable para Mujica. Porque nos vemos como peleando contra el poderoso entre poderosos, que pretende hacer lo que quiere con nuestro orgullo nacional. Es casi como un enemigo perfecto.
Pero más allá de todo, aunque muchos uruguayos tuviéramos un pensamiento similar, el insulto de Mujica --que recorrió buena parte del mundo-- estuvo, está y estará totalmente fuera de lugar. No puede darse el lujo de ser dominado por el hincha. Porque es claro que, usando palabrotas, criticó un castigo a un comportamiento recurrente y errado como el de Suárez. Demostró así una actitud antiética y dio una imagen negativa. Que además no es compatible con la que venía dando de moderación y liderazgo moderno.
Como el mismo caso de Suárez, Mujica también es reincidente. Sus expresiones ya habían generado polémica, por ejemplo cuando llamó “nabo” a un periodista o habló de su par argentina y su fallecido marido, Néstor Kirchner, sin saber que había un micrófono abierto: “Esta vieja es peor que el tuerto”.
Uruguay está de acuerdo en que la FIFA impuso un castigo totalmente fuera de cauce, y el presidente Mujica pudo expresar el sentir de todos, pero no de esa manera. Los insultos no le caben a ningún presidente.
Quizás él también, como Suárez, debería pedir disculpas.
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