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Paysandú, Jueves 10 de Julio de 2014

Las manos de Romero sellaron el pasaje albiceleste

Deportes | 10 Jul Escenario: Estadio Arena de San Pablo. Árbitros: Cuneyt Cakir, Bahattin Duran y Tarik Ongun (Turquía).
Holanda: Cillessen, Kuyt, Blind, Vlaar, De Vrij, Martins Indi (46’ Janmaat), De Jong (61’ Clasie), Wijnaldum, Sneijder, Robben y Van Persie (96’ Huntelaar). DT: Louis Van Gaal.
Argentina: Romero, Zabaleta, Demichelis, Garay, Rojo, Biglia, Mascherano, Enzo Pérez (81’ Palacio), Lavezzi (100’ Maximiliano Rodríguez), Messi e Higuaín (81’ Agüero). DT: Alejandro Sabella.
Amonestados: Martins Indi, Huntelaar (H); Demichelis (A).
Definición por penales: Vlaar (H) atajado; Messi (A) gol; Robben (H) gol; Garay (A) gol; Sneijder (H) atajado; Agüero (A) gol; Kuyt (H) gol; Maximiliano Rodríguez (A) gol.

Hay final. Y será vieja, repetida. El Mundial de Brasil está cada vez más cerca de su final y después de la paliza que le dio Alemania al dueño de casa con un histórico y hasta humillante 7 a 1, era tiempo de conocer cuál sería el rival de los teutones.
Y los germanos se medirán ante un viejo conocido, que intentará el domingo mantener esa estadística que dice que en un Mundial en Sudamérica nunca se tituló un europeo.
Argentina sacó pasaje al partido por el título después de 24 años de espera, cuando en 1990 se midió y perdió justamente frente a Alemania, tras vencer en la tarde de la víspera, en San Pablo, a Holanda en la tanda de penales, después de protagonizar ambos un aburrido tiempo reglamentario y un alargue que tampoco brindó demasiadas emociones.
Después de lo que había sido la primera semifinal, la que tuvo como grandes protagonistas a los alemanes y a la que los brasileños jamás podrán olvidar, era difícil poder esperar un partido vibrante, con opciones permanentes en cada arco, porque tanto Argentina como Holanda están lejos de esa propuesta, o al menos es lo que demostraron en el Mundial, salvo excepciones. Este enfrentamiento terminó siendo un gran juego táctico entre dos selecciones que optaron primero por destruir, por cerrarle los caminos al rival y por transformar en invisibles a los mejores exponentes del equipo de enfrente. Por eso casi no apareció Messi, a quien De Jong siguió hasta que le alcanzó el aire y tuvo que dejar su lugar. Y si no aparece el 10 del Barcelona, a los albicelestes se les hace complicado. Y del otro lado, Argentina optó por pararse bien en mitad de cancha, evitar que Robben se hiciera de la pelota y tuviera espacios para poner primera, segunda y tercera, así como se hizo pasar desapercibido a un pálido Van Persie. Tan aburrida fue la cosa que las llegadas sobre el arco argentino fueron nulas, y el golero de Holanda jugó más la pelota con los pies, siendo apoyo permanente de sus compañeros, que con la mano.
Nadie quería demasiado. Era cuestión de cuidarse, de no arriesgar mucho. Y los cambios tampoco apostaban a dar el sacudón sino a renovar el aire, previendo que se venía el alargue.
Los albicelestes quisieron un poco más en este juego de ajedrez que los dos téncicos propusieron y los peones llevaron a cabo en el tablero verde, porque Sabella mandó a la cancha a dos delanteros para intentar hacer la diferencia en los 30 minutos de prórroga.
Pese a ello fue Holanda el que intentó un poquitito más en el primer tiempo, pero Argentina estuvo cerca en el segundo. Hasta que llegó una jugada clave, que terminó por sellar la definción por penales: Robben se metió en el área, y cuando pretendía fusilar aunque sin mucho ángulo a Romero, Mascherano se tiró de atrás para desviarle la pelota con la punta de su zapato derecho.
Y se fue a los penales. Dicen que son a suerte y verdad, o que no tanto. Depende del cristal con el que se mire, y quién opine.
Lo cierto es que Holanda esta vez no hizo ingresar a su golero suplente para la definición, como pasó ante Costa Rica, porque aguantó el cambio pero no pudo sostener a Van Persie en la cancha, porque era jugar con 10.
Entonces la responsabilidad, o no, fue para Cillessen; y por el otro lado para Romero. Pero fue el argentino el que ganó esa batalla, atajando dos de los penales, vistiéndose del héroe de la jornada, y permitiéndole a Argentina clasificar a la final de un Mundial como hace 24 años, transformándose en el Goicoechea de esta época.


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