Paysandú, Lunes 14 de Julio de 2014
Locales | 11 Jul El cielo seguía tan gris a las 16.30, cuando abandonó Paysandú como a las 13, cuando llegó. La inundación estaba igual o algo peor. La cantidad de inundados crecía, aunque muy lentamente, como el propio río. Pero entre medio, una bocanada de esperanza, de regocijo, recorrió el corazón de los inundados, del “pobrerío”, que pudo sacarse fotos, abrazarlo, saludarlo.
El presidente José Mujica llegó a Paysandú para ver de primera mano la situación de los inundados, recorriendo el estadio “8 de Junio”, Soriano y Ledesma y Entre Ríos y Washington. También estuvo en el Palacio Municipal y en el grupo de viviendas del Plan Juntos, que se construye en barrio Norte.
Acompañado por el prosecretario de la Presidencia y representante del Poder Ejecutivo en el Sistema Nacional de Emergencias (Sinae), Diego Cánepa, y por el director del Área Operativa del Sinae, coronel Gustavo Gil. Aquí en Paysandú se le unieron el intendente Bertil Bentos, el presidente del Comité Departamental de Emergencias, Emilio Roque Pérez, otros integrantes del mismo comité, el diputado Gustavo Rombys, ediles departamentales, el exintendente Julio Pintos y dirigentes políticos.
EL CLAMOR POR UNA VIVIENDA
En todos los lugares visitados, además de despertar alegría entre los evacuados (“lo estábamos esperando presidente” fue una frase que se repitió), y más allá de las fotos tomadas con teléfonos celulares, la principal demanda fue por viviendas. “Queremos un terreno que no esté en zona inundable y que nos ayuden. Nosotros podemos construir, pero nunca pudimos acceder a una vivienda porque no podemos pagar la cuota”, le dijeron al mandatario.
Con rostro de preocupación, escuchando con atención, Mujica aseguró que “no es fácil” y recordó que “el Plan Juntos es una idea que me surgió durante la campaña pasada (de la cual emergió presidente) para poderle darle viviendas al pobrerío. Porque a estas mujeres ¿cómo le voy a pedir cuotas? Tenemos que darles (vivienda). No va a faltar quien diga ‘Ummmmm.... abren las patas y después...’. No hermano, nacieron. Son del país. Tenemos que luchar para que vivan un poco mejor. Tener un país mejor solamente se logra teniendo ciudadanos mejores. Cuesta hacer entender eso, porque sale de adentro el egoísta. Eso está bien porque así la gente lucha, pero siempre hay que poner algo por los demás”.
Recordó que él dona “casi 200.000 pesos todos los meses -y se lo puedo probar- para hacer ranchos para la gente. Si hubiera otros que me dieran una mano (que tienen mucho más plata que yo), este problema lo tendríamos arreglado. La guita no la vamos a llevar (después de la muerte)”.
“Hay mucha injusticia, tenemos mucho progreso, mucho autito nuevo, pero también mucha injusticia. Y eso duele. Tiene que doler”, agregó mientras caminaba entre los inundados, devolvía abrazos y besos y posaba para fotos.
LA MIRADA PROPIETARISTA
En las carpas ubicadas en Entre Ríos y Washington, un residente de la zona portuaria le planteó al presidente Mujica buscar un mecanismo legal que reduzca las exigencias para acceder a alquileres. “¿Puede hacer algo señor presidente?”, dijo el hombre. Mirándolo a los ojos, la respuesta no se hizo esperar. “No, no podemos porque estamos en un país que tiene una Constitución propietarista. Al presidente la alta corte de Justicia le para el carro, como me paso con el ICIR hermano, que quise poner un impuesto así (de chiquito, señala con su mano) a los que tenían mucha tierra”.
“Ahora volvemos al puerto inundado”, volvió a la carga el vecino portuario. “Porque se inundó hermano. Las desgracias son así. No le podemos decir al de arriba que no llueva. Siempre ha pasado eso hermano, tenemos que organizarnos”, agregó Mujica antes de reiniciar el camino entre las carpas.
“En el fondo tienen razón porque la necesidad la tienen”, dijo después, pero subrayó que no es fácil acceder a soluciones habitacionales “porque cuestan”. Contó una experiencia vivida en su niñez de una familia japonesa que comenzó viviendo precariamente para luego progresar, pero aseguró que hoy no se puede repetir una experiencia similar porque “ya cambiamos”. Actualmente, “si le damos los bloques y las chapas y le decimos que las aten con alambre y vivan allí hasta que progresen, me sacan un titular así en los diarios”. Por tanto, “cuando la querés entregar llave en mano, ahí tenes que pagar los salarios del Sunca, todas las cosas y la cuenta se te va así para arriba. Entonces lo que se podía haber hecho con 5.000 (dólares) te sale 20.000 (dólares). Y es justo porque el que trabaja tiene que cobrar y tener licencia y todos los derechos. Pero hemos perdido aquella capacidad que tenían los antiguos de solucionar los problemas”.
“PEDIRLES DISCULPAS, EN NOMBRE DE LA NACIÓN”
En el Palacio Municipal, después de firmar el Libro de Honor, junto al intendente Bertil Bentos, Mujica -con el mismo tono preocupado con el que había descendido horas antes del helicóptero- dijo que “tenemos que pedirles perdón, en nombre de la nación, a los pobres damnificados, porque hayamos sido tan incapaces de haber podido solucionar a lo largo de los años, como nación, este problema. Y es un asunto de todos los pelos (partidos políticos)”.
“Tenemos que darnos cuenta que tenemos que hacernos cargos de ellos, porque en este país se reproducen los más pobres. Eso quiere decir que en la futura fuerza laboral del país van a tener una gravitación enorme el hecho de cómo se críen. Eso les va a importar mucho a los que van a venir”, agregó.
Sostuvo que “no es sólo una cuestión de solidaridad. A las plantas hay que cuidarlas en el almácigo, a cualquier bichito hay que cuidarlo de pichón. A los seres humanos también. Por encima de cualquier otra consideración. Quiere decir que tenemos una deuda, la tenemos todos, no le echo la culpa a nadie, pero tal vez tenemos una cuota de egoísmo que cuando tenemos el problema solucionado nosotros, nos cuesta mirar a los que no los tienen tan bien”.
Expresó que para poder solucionar la angustiante falta de vivienda en los sectores menos protegidos y a su vez más castigados por los fenómenos naturales, como inundaciones, “tenemos que entender que hay que rascarle la espalda al que puede dar alguna astilla, porque si no ese problema no se arregla, y que no se enojen” y aseguró que será “una lección que aprenderemos, porque no se puede siempre hacerse el distraído y el indiferente y el que no ve. La pobreza te muerde y te lastima”.
“Los gurises no saben de estas cosas cuando vienen al mundo, y hay que hacer cosas por los gurises pobres. Se están criando muchos orientales en el pobrerío, que van a tener en el futuro más importancia de lo que parece”.
MUCHOS NIÑOS
“¡Y tienen gurises!” dijo Mujica sonriendo mientras una mujer le contaba que en una carpa de Entre Ríos y Washington había 14 niños. También comentaron esas desplazadas su agradecimiento “porque nos traen la comida, vinieron médicos pediatras para los niños y ginecólogos para las embarazadas. Nos atienden y mucho lo agradecemos”. No obstante, en el mismo lugar, Diego Cánepa notó la falta de colchones por lo que -en privado pero a oídos de EL TELEGRAFO- demandó la entrega de los mismos al coronel Gil, quien aseguró ya habían sido enviados a Paysandú.
Y de nuevo Mujica subrayó que “la manera de conseguir el dinero para darle vivienda a esta gente es multiplicar la riqueza. Pero si quiero hacer (mega)minería no me dejan. Todos piden, piden y piden, pero hay que hacer cosas, hay que producir, producir y producir”.
Su línea de argumentación fue -como tantas otras veces- interrumpida por mujeres que querían besarlo, hombres que buscaban un abrazo y niños que querían una foto. “La última Pepe”, dijo una mujer refiriéndose a una foto más. “La última en el cajón”, respondió Mujica.
CORTÓ CON LA DULZURA
La visita de Mujica no trajo soluciones concretas para los inundados, pero sí mostró la cara del gobernante frente al drama que éstos viven, quienes encontraron compasión en su mirada, en sus gestos. No prometió porque, como lo dijo varias veces “ni Mandrake soluciona esto”. No obstante, estuvo, caminó junto a esos sanduceros hoy desplazados, entró a alguna improvisada carpa en avenida Soriano, subió a una caja de camión a la que una familia le había colocado el techo de su vivienda inundada para vivir allí. Antes de irse del Palacio Municipal, donde había un refrigerio del que no pudo disfrutar porque no había terminado con la visita, dijo: “No soy muy afecto a la Coca Cola, pero si me dan un traguito”. Y con el vaso en la mano aclaró: “No es que le tenga bronca a la Coca Cola, es mucha dulzura como decía aquel reclame”, el del futbolista Diego “Ruso” Pérez. Quizás eso fue lo que hizo Mujica en Paysandú. Cortó con la dulzura, con las noticia de asistencia total a los desplazados por la inundación. Porque dejó al descubierto que cuando baje el agua y retornen a los lugares donde viven, los problemas serán los mismos, la falta de una vivienda lejos del río, habitable y propia. Queda mucho camino por recorrer para cumplir esa demanda. Mucha solidaridad. Porque la pobreza muerde. Y lastima.
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