Paysandú, Martes 15 de Julio de 2014
Opinion | 14 Jul El año electoral ejerce su influencia con una magnitud inescrutable en los referentes políticos, pero que más o menos se puede medir por el resultado o el comportamiento parlamentario y el peso que tienen las iniciativas aprobadas hacia la comunidad.
En el marco de una fuerte campaña contra la baja de la edad de imputabilidad, resultará una “jugada en contra” abrir en todo su esplendor el Código de la Niñez y la Adolescencia para reformar una diversidad de aspectos sobre los cuales la propia fuerza política con mayoría parlamentaria, no logra acordar hacia su propia interna.
Tal como es el caso de la internación compulsiva de los adictos a la pasta base –aprobada el año pasado en la Cámara Alta-- cuya propuesta no está entre las prioridades de la Comisión de Adicciones de la Cámara de Diputados, que se encuentra estudiando la regulación del alcohol después de mucha insistencia y evidencia empírica acerca de su influencia en la siniestralidad y violencia de todo tipo.
Solo para recordarlo: el nuevo Código y la internación de los adictos fueron enviados en junio de 2012 por el Poder Ejecutivo como parte de un paquete de medidas orientado a mejorar la seguridad ciudadana a raíz de la muerte de un planchero de La Pasiva, en Montevideo, cuya ejecución se difundió de manera reiterada hasta volverse viral.
El nuevo Código Penal Adolescente aumenta de cinco a diez años las penas para los menores que cometen delitos de homicidio, rapiña, violación o copamiento y la dureza de la medida ha sido comparada con la reforma de la Constitución que pretende bajar de 18 a 16 años la edad de imputabilidad penal. Por tanto, cualquier roce con esta propuesta sería contraproducente.
Mientras, las prioridades han sido evidentes. Regular la marihuana antes que el alcohol ha sido una jugada de pizarrón que pretendió y logró instalar el tema en una sociedad que no estaba preparada para discutirlo. Si el alcohol es la droga más consumida, entonces la pregunta es ¿por qué razón se utiliza ese argumento para aliviar la preocupación de la ciudadanía al hablar de la marihuana? ¿Por qué no se legisló primero el consumo de alcohol que en Uruguay comienza a edades cada vez más tempranas?
Y si a todo esto le sumamos su influencia en la siniestralidad o en los casos de violencia doméstica, armamos un cóctel complejo que no ha sido resuelto aún.
Diferenciar lo urgente de lo importante sigue siendo una materia pendiente en la vida en general, pero adquiere una mayor visibilidad en la clase política y particularmente se vuelve un fantasma en año electoral.
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