Paysandú, Miércoles 23 de Julio de 2014
Opinion | 22 Jul Recientemente dábamos cuenta, a través de las páginas de EL TELEGRAFO, acerca de los temas considerados en la Asamblea General Ordinaria de las Cooperativas Agrarias Federadas, en la que el sector manifestó específicamente su preocupación por la pérdida de competitividad del país y de la región, en cuanto a producciones primarias que sobre todo en los últimos años han sido el sostén de la economía nacional, altamente dependiente del desenvolvimiento del agro.
En la oportunidad el presidente de las cooperativas, Juan Manuel Vago, hizo hincapié en que existe creciente inquietud respecto a los costos de producción y las cadenas de valor, a lo que debe agregarse el desafío de procurar que el sector pueda contar con tecnologías e innovación, y que se mejoren los precios productivos. “Pero tenemos claro que tanto los productores como las propias cooperativas tenemos centrado el problema en la competitividad del sector agropecuario”, evaluó.
Así, el dirigente evaluó que con excepción de la soja, cuando valía 500 dólares la tonelada, la pulpa de celulosa y algún otro rubro que con escala pueda subsanar esa dificultad, los demás productos agropecuarios tienen problemas de competitividad y sobre todo en la parte del agregado de valor a la producción primaria.
Ejemplificó sus reflexiones señalando que “basta observar lo que sucede con el arroz procesado, que es mejor venderlo con cáscara que procesado. Cuanto más valor se agrega para hacer un producto de alta calidad, es peor. Si vamos a la lechería, pasa lo mismo en la elaboración de los productos lácteos. Si pasamos a los granos pasa lo mismo: si hay que llevarlo a más de una planta de silo o hay que hacer fletes largos, se pierde hasta 30 por ciento de su valor”.
A la vez en lo que refiere a la horticultura ocurre un desfasaje aún peor, lo que determina que tenga que manejarse casi solo con el mercado interno, y en el caso de la ganadería, más allá de que “las haciendas subieron, cada vez tiene menos área, hay más dotación, es necesario desarrollar una mayor intensificación y los números no dan, se complica”.
Las reflexiones del gremialista no deberían ser una sorpresa. Es más, tienen muchos elementos en común con argumentos que hemos expuesto en más de una oportunidad en esta misma página editorial y no porque sí, sino para advertir que la bonanza que hemos disfrutado en la última década, apoyada fundamentalmente en los precios de las materias primas, como es el caso de los granos, no iba a durar para siempre, porque los precios son volátiles y hay ciclos en la economía que hacen que deban manejarse con buen criterio las épocas buenas, para contar con margen de maniobra ante posibles tiempos complicados.
Como bien manifestaba el dirigente ruralista, hasta el presente los altos precios han permitido más o menos disimular las falencias y vulnerabilidad del Uruguay, que pueden resumirse en que el país es caro para producir, aún productos primarios, por el alto costo del transporte y otros insumos, y porque además a la hora de traducir a pesos los dólares que se obtienen por las exportaciones se llega a la conclusión de que debido a la inflación se puede acceder cada vez menos a bienes y servicios por unidades de producción vendidas.
Mucho menos se ha tratado de ser pájaro de mal agüero, sino que por el contrario, siempre hemos pugnado porque se hagan las cosas bien desde el gobierno y el Estado, para que éste incida lo menos posible en el costo agregado a las empresas por precios internos de bienes y servicios y la burocracia del Estado, pero lejos de tender a mitigar estos factores, desde el gobierno se ha incrementado el gasto aún en mayor medida que el incremento en la recaudación, y ello explica que sigamos con un alto déficit fiscal y buscando recursos donde sea para paliar este desfasaje.
Además se pagan altos salarios en dólares y existe un fuerte peso por cargas sociales que hacen que el aporte de mano de obra a cualquier materia prima resulte muy costoso a la hora de venderlo en el exterior, como bien señala Vago al evaluar la situación y traer los ejemplos del arroz procesado y la leche, en el sentido de que cuanto más valor se agrega, más competitividad se pierde, lo que condiciona severamente a las empresas y las obliga, para mantener su ecuación económica más o menos nivelada, a renunciar al procesamiento, aún muy primario, y tratar de vender en bruto lo que se genera por su explotación.
Ello significa que en mayor o menor medida, lamentablemente el productor debe seguir jugándose al albur de los precios internacionales de los commodities, a que dure lo más posible la soja de 500 dólares, pero todo indica que esta fase está llegando a su fin, mal que nos pese, si tenemos en cuenta que una sucesión de reportes agrícolas de Estados Unidos sigue reconfigurando radicalmente el panorama de la agricultura para la zafra 2014/2015 y coloca desafíos por delante de la siembra de primavera como no se ha dado en los últimos años, según da cuenta el informe agrícola dado a conocer este viernes por la revista agropecuaria de El Observador.
Es que no solo las reservas de granos son muy superiores a las de años anteriores, sino que los datos divulgados una semana atrás superaron la suba que el mercado esperaba y en consecuencia éste se movió a la baja, confirmando un escenario muy desafiante para la agricultura del Mercosur y en particular para Uruguay, que cuenta con costos de energía y de transporte superiores a los de los vecinos. Estos factores forman parte precisamente de la ecuación del costo país que mencionábamos, e indica que al stock mundial récord de soja se suman previsiones de mayores cosechas en los países productores, que se traduce por ejemplo en 385 dólares por tonelada para los productores en el grano puesto en Nueva Palmira, y para quienes están más lejos de los puertos, esta cotización implica un riesgo grande porque el precio neto que queda es bastante menor y siguen altos el precio de la tierra y los insumos.
Seguimos dependiendo por lo tanto de que ello pueda compensarse parcialmente con las compras chinas en aumento, si ello se da, pero sin lugar a dudas estamos ante un gran desafío para el agro y para el país, cuando no se han hecho los deberes por el gobierno para abatir costos, y se ha seguido gastando como si los buenos precios fueran a durar para siempre.
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