Paysandú, Viernes 25 de Julio de 2014
Opinion | 23 Jul Por estos días cuando se conmemora el centésimo aniversario del comienzo de la Primera Guerra Mundial, un hecho que parece regional, bien puede asimilarse a sucesos que en otras épocas luego desembocaron en conflictos globales.
Hace pocos días un misil derribó un avión de Malaysia Airlines, matando a sus 284 ocupantes, entre ellos ochenta niños y unos cien científicos vinculados a la lucha contra el SIDA que iban a una convención internacional.
El avión sobrevolaba territorio ucraniano. Derribar con un misil un avión de pasajeros, todos civiles, de diferentes nacionalidades, que nada tienen que ver con el conflicto ucraniano, solo se puede describir como un crimen miserable.
¿Quién puede cometer un crimen tan absurdo, tan sin sentido, tan estúpido? Ni los separatistas ucranianos, impulsados por Putin, ni el gobierno de Ucrania, pueden pensar que un crimen como este les pueda traer simpatía para su causa, ni mucho menos aliados.
Pero el principal problema, el que parece que los líderes mundiales no aprecian o no le dan la debida importancia es que esta guerra entre ucranianos tiene todos los elementos como para encender la mecha de una confrontación regional que prontamente puede convertirse en mundial.
No es cuestión de agitar el fantasma de Hitler, cabo ignoto en la Primera Guerra Mundial, responsable de impulsar a Alemania a una segunda horrenda guerra, dos décadas y monedas después de terminada la Primera. Pero sí es cierto que Hitler comenzó a acrecentar su poder militar, a firmar pactos, a amenazar con invasiones años antes de iniciar el 1º de setiembre de 1939 su invasión a Europa.
Pues, no otra cosa hace hoy Putin. La reconocida intervención de Putin a favor de los separatistas ucranianos, ha sido tan rápida que ha dejado sin aire a los líderes de la Unión Europea. Europa ha respondido tímida y tardíamente a la intervención rusa en Ucrania. Tanto como poco efectiva la propuesta de Obama de sancionar económicamente a Rusia, una medida de dudoso impacto efectivo.
Es que hay muchos elementos que indican que fueron precisamente los separatistas ucranianos los que dispararon el misil. Y Putin los apoya. Así fue Hitler en el comienzo del nazismo. Por tanto, si se comprueba que el misil fue disparado por los rebeldes, apoyados y armados por Putin, la respuesta de las principales naciones del mundo debe ser enérgica, ejemplar.
Si eso es así, Putin debe sentir toda la fuerza de la denuncia y castigo del resto de Europa, lo mismo que de América, cuyos países siempre quedan rezagados a la hora de condenar este tipo de horrores.
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