Deportes | 21 Jul “Desde Asunción nos decían que no jugáramos, porque más allá de que la Intendencia nos pagaba el traslado y la estadía, contábamos con los 10 mil dólares de la televisación. Y bueno... Ahí arreglamos. Estoy seguro que nos están mintiendo... Ojalá que no, y que sea cierto. Me haré responsable junto al otro dirigente con el que vinimos, porque no podemos dejar a Paysandú sin partido”.
Faltaban casi tres horas para el partido entre Nacional y Libertad, y a esa altura se despejaba la duda que pocos conocían: el partido amistoso disputado el pasado jueves en el Estadio Artigas había estado cerca de no jugarse. ¿El motivo? Tenfield no quería hacerse cargo de los 10.000 dólares que cobraban los guaraníes por sus derechos de televisación.
Ese día fue una verdadera locura. De tire y afloje permanente. A las 13 estaba pactada una conferencia de prensa de los tricolores en el Hotel Mykonos, que no tuvo respuesta porque nadie avisó. EL TELEGRAFO estaba de casualidad (la conferencia no se realizó) dado que se concurrió por el tema de la disputa o no del partido.
El secretario de Deportes, Pablo Curbelo, llegó acompañado por el asesor jurídico de la Intendencia, Martín Etchebarne, para plantear la real situación a los tricolores. Los guaraníes estaban firmes y manifestaban que no saldrían a la cancha si el choque iba por TV, mientras Tenfield nada quería saber de pagarle los derechos por televisar un partido del que, por otra parte, nada tenía que ver ya que era organizado por la Intendencia. Tenfield aseguraba que tenía los derechos de televisación sobre Nacional, pero era obvio que no sobre el espectáculo y tampoco sobre Libertad.
La respuesta de los tricolores (EL TELEGRAFO fue testigo de la reunión) fue clara: Nacional jugaba sin importar que el partido fuera o no televisado.
Y quedó en claro, ante la específica consulta, que Tenfield (como uno de sus directivos había sugerido vía telefónica al secretario de Deportes) no podía evitar que Nacional saliera a la cancha en caso de que el partido no se televisara. “Podrán hacer lobby, pero no”, dijeron.
A esa altura, la decisión de la Intendencia, que no cobraría derechos por la televisación del espectáculo pero sí se intentaba hacer respetar lo dialogado en su momento (incluso se brindaron con anterioridad los teléfonos de ambas partes para que éstas negociaran) con respecto a que Tenfield tenía que pagarle los derechos a los guaraníes, fue tajante: no se dejaría entrar al Estadio Artigas al personal de la empresa que tiene los derechos de televisación del fútbol uruguayo.
Es más: a primera hora de la tarde se ordenó abandonar el Estadio a quienes estaban colocando la estática, y mucha de la cartelería quedó en el piso. Obviamente, Tenfield puso el grito en el cielo y hubo llamados por acá y por allá.
Mientras tanto Libertad seguía intentando conseguir una respuesta. De hecho, en la conferencia de lanzamiento de la Copa Ancap realizada en la Intendencia, la delegación guaraní no fue de la partida y solo participó la tricolor.
Apenas finalizada la conferencia, llegó una llamada directamente desde Tenfield a uno de los directivos de Libertad que se encontraban en Paysandú.
Y éste llamó a la Secretaría de Deportes, en el momento en el que EL TELEGRAFO estaba en el lugar a la espera de una definición al respecto porque, aunque parezca increíble, hasta ese momento el partido estaba en una incertidumbre tal que estaba más para no jugarse.
“Está todo solucionado, arreglamos finalmente”, se dijo del otro lado del teléfono.
Ya en el hotel donde estaba alojada la delegación guaraní, la consulta de EL TELEGRAFO fue ante el tesorero del club visitante cuál había sido el arreglo, si finalmente Tenfield había pago sus derechos de televisación.
Y la respuesta fue negativa. “Nos dijeron que nos iban a invitar para un campeonato de verano”, dijo quien luego siguió con las palabras indicadas al principio de la nota.
Lo cierto es que fue un tire y afloje que derivó en reuniones permanentes, en un manojo de nervios, por culpa de un convidado de piedra que, sin organizar nada, vino, hizo su negocio y se fue... sin poner un mango.