Paysandú, Viernes 01 de Agosto de 2014

La cadena de valor en la madera

Opinion | 29 Jul Si no se avanza en un segundo proceso de industrialización en la madera, se corre el riesgo de que el Uruguay exporte cada vez un mayor porcentaje de materia prima sin procesar, como chips y rolos, por lo que “el riesgo es quedarse solo en la cadena de valor de las plantaciones”, reflexionó el presidente de la Sociedad de Productores Forestales y consultor logístico, Carlos Faroppa, al evaluar el escenario actual y perspectivas del sector, teniendo en cuenta incluso la reciente incorporación de la planta de celulosa de Montes del Plata y la posible tercera planta en el sureste del país, en determinado plazo todavía no definido.
Al evaluar precisamente el impacto de la segunda planta que entrara recientemente en funcionamiento, consideró que Uruguay no cuenta hoy con nuevos proyectos industriales que permitan aprovechar la madera de mayor diámetro que está ya cosechándose en el país, teniendo en cuenta que los montes están llegando a su madurez y por lo tanto cuentan con árboles de buen tamaño que en el aserrío pueden obtenerse tablones de respetable longitud y espesor, para darle un destino diferente al de las plantas de celulosa y las escasas opciones que hoy se abren.
Es cierto, hay de por medio un período muy importante que se abrió para Uruguay a partir de la aprobación en la década de 1980 de la Ley de Desarrollo Forestal, con fuertes exenciones y estímulos para las inversiones en bosques con destino a industrialización en nuestro país, el que hasta entonces solo contaba con algunos montes indígenas con cortes prohibidos, naturalmente, y que sin embargo al cabo de pocos años ha pasado a contar con un millón de hectáreas forestadas con destino de explotación maderera.
El punto es que el destino de la madera todavía no ha tenido una diversificación auspiciosa, desde que se llegó sí a la edad de explotación de varios montes, que por un lado son propiedad en su gran mayoría de las empresas que industrializan la madera para hacer pulpa de celulosa, donde la importancia del tamaño y edad del monte es muy relativo, y a la vez estas empresas en su afán por captar la producción de masa crítica que les hace más rentable el negocio, compran a buen precio la madera que necesitan para sus plantas a otras empresas, que optan por comprometerse a suministrarles esta materia prima por determinado período y a un precio que les sirve.
La Sociedad de Productores Forestales estima que este año el país procesará unos diez millones de metros cúbicos de madera, incluyendo la demanda de las dos plantas de celulosa, así como la generación de energía eléctrica, y de este volumen la enorme mayoría se destina a la pulpa de celulosa, en tanto el resto se distribuye en la exportación de chips y rolos, además del aserrío y la elaboración de contrachapados. Esta última industria es precisamente un paso más en dotar de proceso a la madera en nuestro país, y se concentra fundamentalmente en la planta de Weyerhauser de Tacuarembó, que está procesando actualmente alrededor de 20.000 metros cúbicos por mes, lo que le permitirá llegar este año a una producción de unos 230.000 metros cúbicos.
Este emprendimiento tiene un plan de desarrollo que es el de llegar a unos 250.000 metros cúbicos anuales, y en este momento la planta tiene un mejor perfil que en los dos años anteriores, pero como ocurre con la gran mayoría de las industrias uruguayas, tiene el formidable contrapeso de los altos costos internos para competir en el escenario internacional, lo que plantea desafíos en el corto y mediano plazo, porque los problemas estructurales del Uruguay no permiten ser optimistas en cuanto a que pueda mejorarse en un plazo relativamente corto la infraestructura ni tampoco el costo de servicios e insumos, entre los cuales la energía, la logística y el costo salarial, entre otros.
Como toda exportación, la buena marcha del emprendimiento más allá de la competitividad, se sitúa en la demanda de los mercados, por cuanto Europa sigue complicada, pese a su ligera recuperación económica, con un consumo prácticamente estancado, por lo que la apuesta en esta coyuntura se centra en México y países latinoamericanos como Chile.
Igualmente, esta demanda representa un techo para una producción que puede aumentar mucho más, y ello se traduce en los altos costos para mantener a medio millar de empleados de esta planta, cuando además el mercado de Estados Unidos presenta altibajos, por lo que para seguir funcionando y manteniendo la expectativa de que la situación se revierta, es preciso abatir costos apuntando a una mayor eficiencia en la cadena productiva.
Por lo tanto, la apuesta a la inversión para darle valor agregado a la madera en un país caro como Uruguay tiene sus bemoles, desde que naturalmente todo inversor se basa en una tasa de retorno de los capitales que vuelca a su emprendimiento, y por ahora, pese a contar con la materia prima por la masa forestal disponible, las condiciones para entrar en esta fase diferencial no son las mejores.
Por ende, se requiere abatir el costo país para los inversores interesados en procesos de valor agregado, pero para ello hay que incorporar un marco apropiado, porque faltan muchos deberes por hacer, con escaso margen de maniobra.
Se necesitan reglas de juego claras y la seguridad de que no se van a modificar en el corto y mediano plazo, y a fuer de sinceros, no se percibe voluntad de cambios radicales en las políticas de gobierno.


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