Paysandú, Sábado 02 de Agosto de 2014
Opinion | 30 Jul Mientras en la Argentina las críticas del gobierno y la opinión pública influenciada por los medios oficialistas sigue centrada en el cuestionamiento de los fondos “buitre” de la deuda externa del vecino país, las negociaciones del equipo económico con el ministro de Economía Axel Kicillof apuntan a lograr el mal menor en el corto plazo, pero con la Espada de Damocles de vencimientos este 31 de julio para lograr un acuerdo con los tenedores de bonos que reclaman el pago integral de su valor.
Por supuesto, el gobierno argentino ha señalado y reafirmado que la culpa es de los “buitres” y de quienes los apoyan, del entorno internacional, de conspiraciones internas y externas, menos del propio gobierno, y en este caso de las sucesivas administraciones Kirchner, que se han negado sistemáticamente a pagar lo que debe el país luego de haberse declarado en cesación de pagos en 2001, con una estruendosa declaración del Congreso y vítores por no hacerse responsable de su enorme deuda externa.
Durante más de una década la Argentina ha sufrido las consecuencias de negarse a pagar esta deuda y le ha valido quedarse aislada del concierto financiero internacional, pero con el paso de los años ha advertido que esa situación no puede sostenerse mucho tiempo más y por ello ha llegado a un trabajoso acuerdo con los integrantes del Club de París tenedores de deuda, con quitas y plazos que le han significado una expectativa de recuperar el crédito internacional. Lógicamente la negociación se basaba en un “tómalo o déjalo”, donde el gobierno argentino impuso las reglas de juego. En cambio el grupo de acreedores que compró bonos al 30 por ciento de su valor --porque nadie los quería-- optó por reclamar el cien por ciento del valor, que suma en total unos 1.500 millones de dólares, un monto realmente menor frente al total de la deuda argentina.
Pero ocurre que la cláusula firmada con los acreedores de París les permite reclamar que se les pague la deuda en su totalidad si la Argentina llega a un acuerdo por mayor valor con otros tenedores, y ese es el disparador que Buenos Aires intenta evitar a partir de la decisión del juez Thomas Griesa en Estados Unidos.
Las cosas no están del todo claras ni nada que se parezca, por lo que el gobierno argentino prepara un plan de emergencia para el caso que no llegue a un acuerdo con los fondos especulativos y caiga en un nuevo default este miércoles.
Según confirmaron altos funcionarios del gobierno al diario La Nación, las medidas que maneja están dirigidas a sostener el consumo, el empleo y el financiamiento interno, que podrían verse afectados por la cesación de pagos. Sin embargo la presidenta ha señalado que no admitirá el default y que seguirá negociando con todos hasta diciembre, cuando vencerá el plazo para que los del Club de París eventualmente reclamen iguales condiciones que los buitres o holdouts.
Es decir, se trata de ganar tiempo para acordar a partir de enero una forma de pago a los buitres, pero con la amenaza implícita de que los demás puedan reclamar igual trato y por lo tanto decidir eventualmente una cadena de juicio por unos 120.000 millones de dólares.
El punto es que nunca se debió llegar a esta encerrona a que se ve enfrentada la Argentina, y a la vez, debe tenerse presente que parafraseando el refrán, el problema se lo crea quien cría a los cuervos o en este caso los buitres por defecciones propias, por lo que mal puede echarse la culpa a otros de los errores y desplantes.
En este sentido, es oportuno traer a colación reflexiones del Dr. Nicolás Herrera, socio principal del Estudio Guyer y Regules, quien en declaraciones al suplemento Economía y Mercado del diario El País, cuestionó el apelativo de “buitres” hacia quienes calificó como “inversores que arriesgan con racionalidad”. Sostuvo que el caso del país vecino es único, consecuencia del manejo irresponsable de los compromisos por un “defaulteador consuetudinario”, que a su juicio caerá en cesación de pagos, y negociará después.
Evaluó que “lo sucedido con Argentina resulta bastante único, aunque autoimpuesto: todo es consecuencia de las malas decisiones de política económica y de manejo de deuda. Esta historia es un desacierto tras otro y solo podría terminar de esta forma”.
Recordó que Uruguay “a principios de la década pasada refinanció y nunca dejó de pagar. No solo eso, sino que no hizo ninguna quita de capital y por lo tanto el incentivo a quedarse fuera del canje era bajo, ya que la diferencia entre un valor y otro no iba a ser muy grande, porque se creía que en estos nuevos plazos se iba a poder pagar. De hecho, ingresaron al canje porcentajes muy altos. Y a los que no lo hicieron --los holdouts-- se le pagó todo a su vencimiento”, para acotar que “no es solo el caso de Uruguay, hay muchos ejemplos de reestructura donde se le pagó a quienes no aceptaron. Los holdouts no son algo nuevo en el mundo de la deuda soberana”.
Pero sobre todo, en el caso de los fondos buitre, “hay alguien que no pagó lo que tenía que pagar, que pretendió imponerle por la fuerza a un acreedor que perdiera el 70 por ciento. Hubo quienes antes de perder ese porcentaje, decidieron vendérselo a otros que estaban dispuestos a correr el riesgo. Por tanto, ahí hubo un mercado donde existieron vendedores que se quedaron contentos porque se sacaron de encima el problema y evitaron quedarse con papeles en un 30 por ciento del valor. Seguramente lo vendieron muy poco por encima de ello, pero les pagaron mejor y se desentendieron del tema”.
Estos compradores “corrieron un riesgo fenomenal, porque esto empezó en 2005 y estamos en 2014. Tienen sentencia condenatoria desde hace varios años. No había duda que Argentina lo debía y lo que tuvo que hacer fue convocar a negociar a aquellos que no aceptaron el canje. Pero firmó una cláusula donde se limitó esa posibilidad. Por tanto, les dijo que si querían seguir afuera, iban a tener que ir a la justicia y lograr un fallo favorable para poder cobrar”.
Estos elementos deberían bastar para ubicarnos en una realidad que es mucho más compleja que los eslóganes que atribuyen toda la culpa a los “buitres” y a los especuladores, por cuanto queda demostrado que quienes más especularon al fin de cuentas fueron los gobiernos que no cumplieron con sus obligaciones, apostando a la ruleta rusa con la suerte --o el bolsillo-- de todo un país.
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