Paysandú, Martes 05 de Agosto de 2014
Policiales | 04 Ago El capataz de un establecimiento de Morató admitió haber negociado y donado cientos de animales, al culminar una minuciosa investigación de la Brigada Especial de Prevención y Represión al Abigeato (Bepra). En julio, el administrador de una firma que posee un establecimiento rural en la zona de Morató, denunció que al efectuar los recuentos respectivos de ganado para la declaración jurada anual constató la falta de lanares de distintas categorías. Entre los recuentos llevados a a cabo el 10 y el 23 de junio, la cantidad de lanares descendió de 3778 a 3668. Avisó a la Policía pero no radicó la denuncia porque aún restaba el recuento general del 22 de julio. No obstante, la cantidad de lanares que arrojó ese último recuento apenas alcanzó a 3561 cabezas, por lo que, en comparación con la declaración jurada del año pasado, comprobó la falta de 386 animales raza Merino, cuyo valor individual se sitúa en 70 dólares y en 27.020 el total.
Para investigar lo sucedido, la Bepra se trasladó al establecimiento cuyo administrador denunciara la falta de lanares. El capataz, de 33 años, en primera instancia expresó que el 10 de junio ingresó 710 capones, pero en un recuento del 23 de ese mes contabilizaron 596, por lo que faltaban 114 animales, alertando ese mismo día de ello a la Policía de la Seccional 11ª.
Luego, el 22 de julio, efectuó el recuento general junto al administrador, con quien notaron la falta de 30 borregas diente de leche (nuevos) del potrero “Campo Grande”, 31 borregos también diente de leche del potrero “La Quinta” y nueve ovejas de cría. El capataz entregó a la Bepra un calendario en donde lleva el registro de los animales consumidos, muertos con cuero, muertos cuereados y otros datos.
NINGÚN RASTRO DE ARREOS
Seguidamente, los policías practicaron una recorrida por los campos desde donde faltaron los animales, sin encontrar rastros de arreos o achatamiento de alambrados. Inspeccionaron el depósito de cueros del establecimiento, donde contabilizaron 15 cueros de animales muertos por epidemia y 23 de faenados para consumo, descubriéndose una diferencia de 10 cueros respecto a los registrados en el calendario entregado por el capataz. También fue indagado un peón del establecimiento, de 45 años, domiciliado en Morató, quien consultado respecto al número los animales muertos y cuereados en el campo, dijo que eran dos o tres por mes.
Añadió que personal de un establecimiento de la zona, ubicado por Camino Paso del Sauce, concurría una vez a la semana a la estancia a comprar lanares destinados a consumo. Semanalmente, iba el patrón del establecimiento vecino en su camioneta a retirar un lanar. Presume que esos lanares eran propiedad del establecimiento en donde trabaja porque eran blancos y los otros existentes en el lugar, propiedad del capataz, eran negros. Agregó que, cada cierto tiempo, el patrón del establecimiento vecino traía en su camioneta varios cueros blancos y los entregaba al capataz. Su declaración fue corroborada por otro peón, de 33 años. El trabajador rural ilustró que los borregos morían por una enfermedad parasitaria, pero que no cuereaban más de cuatro por mes, mientras que el capataz anotaba en su calendario alrededor de 15 o 20.
Efectivamente, en el calendario aportado, el capataz consignaba la muerte de 15 lanares por epidemia y 13 por consumos durante julio. A la vez, en la planilla de contralor interno de la firma se registró la mortandad anual de 390 lanares; 271 de ellos cuereados y 119 sin cuerear. Asimismo, las guías por ventas de la empresa reflejaban la comercialización de 468 cueros lanares donde, llamativamente, se incluían 187 cueros de animales faenados para consumo. Se dedujo entonces que, al no coincidir el promedio de 22 lanares cuereados por mes y el de cuatro establecido por mes, necesariamente se estaban vendiendo un promedio de 18 cueros que no procedían de animales cuereados por epidemia sino para consumo.
ADMINISTRADOR DETENIDO
Ante la hipótesis de que el administrador de un establecimiento vecino compraba ovejas faenadas al capataz de la estancia en donde se produjo la faltante, se dispuso su detención. Interrogado, declaró en primera instancia que solamente compró, con guía de propiedad correspondiente, 11 borregas y 11 borregos al capataz de la otra estancia, e hizo entrega de tres cueros de ovinos blancos con lana, producto de la adquisición. Al inspeccionar esos cueros, se observó que las orejas --donde poseían la señal de propiedad-- habían sido cortadas o arrancadas. Luego se indagó al casero del establecimiento, el que tenía entre sus tareas faenar ovinos para consumo y estaquear los cueros extraídos por los peones a los animales muertos por epidemia. El casero especificó que, como máximo, los peones le habían llevado uno o dos cueros por mes. Por otra parte, dijo que faenaba entre 25 o 30 ovejas para consumo del personal. Al igual que los peones, el casero declaró que asiduamente concurría personal de un establecimiento vecino para comprar ovejas para consumo al capataz.
COMPRADOR CONFIADO Y PERROS SELECTIVOS
Citado nuevamente, se presentó en la Seccional 11ª el administrador de la estancia vecina, quien dijo que conoció a principios del año 2013 al capataz de la estancia en donde se produjo el faltante, y comenzó a comprarle lanares para consumo ya que el establecimiento que administra carece de medios para mantener fría la carne. Indicó que desconoce el número exacto de lanares adquiridos al capataz ya que cuenta con una sola guía de propiedad donde consta la venta de 11 ovejas y 11 lanares concretada en una ocasión, pero que anteriormente ya había comprado otros 35 animales para consumo. Agregó que siempre confió en que los lanares que adquirió pertenecían al capataz, por lo que nunca les revisó la señal, argumentado que las orejas que le faltaban a los tres incautados en el establecimiento habían sido arrancadas por perros.
OBLIGADO A CONFESAR
Ante toda la evidencia reunida, el capataz sospechado terminó por confesar que faenaba para consumo animales a los que hacía constar como muertos por epidemia, cuya falta justificaba parcialmente a través de la cantidad reportada a los administradores de cueros de animales muertos por esa causa. A la vez, reportaba solo 15 animales faenados para consumo, cuando en realidad se carneaban más. Como resultado de esa maniobra, sobraban animales en el registro. 46 de ellos los vendió, a 50 dólares cada uno, al administrador de la estancia vecina, quien los utilizaba para consumo.
Además, admitió haber vendido a vecinos y regalado a familiares o amigos varios lanares faenados, sin autorización de los administradores de la estancia, justificándolos --a través de los cueros-- como muertos como consecuencia de la epidemia.
Tras radicarse la denuncia por los damnificados, el juez penal de Segundo Turno, Fernando Islas, dispuso que el capataz --encarcelado en el año 2004 en Montevideo por reiterados delitos a la ley de prenda sin desplazamiento-- y el administrador de la otra estancia con el que negociaba fueran conducidos.
Tras las actuaciones de rigor y ante las pruebas presentadas, el magistrado actuante dispuso en primera instancia la libertad de los detenidos.
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