Paysandú, Jueves 07 de Agosto de 2014
Opinion | 31 Jul El mundo submarino guarda miles de maravillas por conocer y no todas son obra de la naturaleza. Sin ir más lejos nuestra costa oceánica y rioplatense encierra bajo las olas un patrimonio subacuático de importancia histórica y económica.
El aumento de la actividad de navegación en el siglo XIX incrementó el traslado de mercancías y personas y a pesar de las innovaciones técnicas que fueron sucediéndose y la introducción de los primeros faros a inicios de dicho siglo, características propias de nuestra geografía hicieron que cientos de ellos encallaran en bancos de arena o chocaran contra escollos y naufragaran.
Hoy son sitios arqueológicos que forman parte de nuestro no siempre bien protegido patrimonio subacuático.
Recientemente, autoridades del Ministerio de Educación y Cultura se manifestaron a favor de que Uruguay adhiera a la Convención sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, un tratado internacional en vigor desde 2009, en el entendido que el país tiene la madurez necesaria para sumarse a este acuerdo y mejorar la gestión de sus bienes culturales.
Dicha convención señala que se entiende por patrimonio cultural subacuático “todos los rastros de existencia humana que tengan un carácter cultural, histórico arqueológico, que hayan estado bajo el agua, parcial o totalmente, de forma periódica o continua, por lo menos durante 100 años”.
La protección es necesaria, fundamentalmente por el pillaje llevado a cabo por compañías privadas de cazadores de tesoros, facilitada por la creciente accesibilidad al patrimonio subacuático, lo que constituye una amenaza para este legado cultural de la humanidad.
Este tipo de situaciones no son ajenas al patrimonio subacuático uruguayo y una demostración de ello es que la aparición en escena de los llamados “buscadores de tesoros” ha motivado la intervención de la Comisión del Patrimonio Histórico y la Prefectura Nacional Naval para tratar de minimizar las consecuencias del rescate de objetos de embarcaciones históricas por los operadores privados.
El desarrollo de acciones de sensibilización a la opinión pública resulta así una necesidad. Por eso es positiva la existencia de programas como el denominado “Secreto bajo las olas”, que promueve una mejor comprensión de la ciudadanía de la convención, el fortalecimiento de las capacidades de las instituciones involucradas y articular el patrimonio subacuático con los demás elementos patrimoniales.
En definitiva, la adhesión a la referida Convención sería algo muy positivo para la preservación de parte de los bienes patrimoniales y culturales del país, así como la posibilidad de acceder a nuevos apoyos regionales o internacionales para su protección.
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