Paysandú, Jueves 07 de Agosto de 2014
Opinion | 01 Ago Por estos días aparece en una de las redes sociales una huerta orgánica que ofrece sus productos. Más allá de etiquetas, y más allá también del bienvenido emprendimiento, el hecho recuerda que este es el Año Internacional de la Agricultura Familiar, que precisamente siempre ha sido orgánica, en la medida que debido a las características de la aplicación utiliza elementos naturales durante todo el proceso.
En Paysandú no hay que ir muy atrás en el tiempo para recordar que en prácticamente todas las casas fuera del radio céntrico había una huerta familiar, un pedazo de tierra donde la familia cultivaba lechugas, perejil, cebolla, zanahorias, acelga y algo más. Además, muchas veces había también un pequeño gallinero donde la familia se proveía de huevos y de vez en cuando algún gallo pasaba por el asador, o alguna gallina por la olla.
Hoy la situación es bien diferente, con el aumento de obligaciones, lo que se traduce en una mayor carga horaria en el trabajo o la necesidad de que la mayor cantidad posible de integrantes de la familia trabaje, lleva a que no se tenga el suficiente tiempo para tareas que años atrás eran tales como una quinta.
Muchas casas aún mantienen un “fondo”, pero este no se utiliza con otros fines que no sean de esparcimiento. No se usa productivamente. Por un lado, la ciudad se ha ido extendiendo y aunque los solares se mantienen igual, por razones de buena vecindad, de salubridad, no es ya tan recomendable tener un gallinero al fondo. Pero las ventajas de mantener una quinta se mantienen intactas, tanto como en los tiempos de los abuelos. O antes.
En primer lugar, el consumo de verdura fresca, que tiene claros beneficios. Por un lado, el sabor de un producto cosechado de una huerta casera es mucho más rico y gustoso que el de las verduras compradas en una verdulería. Muchos alimentos comienzan a perder su sabor luego de la cosecha, por lo que al tenerlos en casa se consumen rápidamente y se puede disfrutar de todas sus propiedades.
Por eso mismo, son mejores desde el punto de vista nutricional, pues al tratarse de un producto fresco, las vitaminas y minerales que contiene se encuentran intactas. Por otro lado, se puede elegir lo que sembrar, seleccionando lo que más se consuma en la familia. O que sea más caro, o resulte difícil de encontrar en la verdulería o la feria.
Finalmente, se puede ahorrar mucho dinero. Más allá de la inversión económica inicial, a mediano o largo plazo se pueden ver los beneficios de tener tantos componentes alimenticios en el hogar.
Este es el Año Internacional de la Agricultura Familiar, a sugerencia de la FAO. Si bien con ello se espera impulsar los minifundios y promover negocios familiares, no hay más que mirar al fondo, hoy desaprovechado, y dedicarle apenas algunas horas por semana. La mesa familiar lo agradecerá.
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