Paysandú, Jueves 14 de Agosto de 2014
Opinion | 13 Ago Con triste frecuencia, en todas partes y específicamente en Paysandú, aparecen casos de extrema necesidad de personas que viven cuadros graves de enfermedad o de urgencia social. En esas oportunidades, especialmente cuando se trata de un caso de enfermedad que el Estado, por una u otra razón, no atiende debidamente, o cuando la cura --en algunos casos en fase experimental-- solamente puede buscarse en el exterior, con un desembolso económico que está muy por encima de las posibilidades de una familia promedio, se recurre a la caridad pública.
La familia, que no puede desatender ni sus obligaciones cotidianas ni el cuidado del integrante enfermo, busca con decisión pero a veces sin el conocimiento apropiado para obtener los mejores resultados, el respaldo de la comunidad, pidiendo donaciones en dinero o en materiales diversos que luego puedan ser comercializados. Generalmente se realizan también espectáculos artísticos que no solamente buscan obtener dinero sino especialmente la difusión de la campaña.
Algunas veces el éxito corona la empresa y el tratamiento puede llevarse a cabo. En otras, por diferentes razones, no se alcanza la suma necesaria. Pero también hay casos de sanduceros que no necesitan coyunturalmente una campaña en su beneficio, sino que de hecho necesitan del apoyo constante, porque la enfermedad crónica que padecen no les permite cumplir tareas remuneradas y lo que reciben del Estado les es totalmente insuficiente.
No está en dudas el espíritu solidario de los sanduceros , pero desde que el Estado no cuenta con las herramientas para cubrir las necesidades de estos ciudadanos, y antes de enfrascarnos en discusiones sobre la pertinencia u obligatoriedad de cubrirlas, quizás sea tiempo de tomar una medida más general.
Quizás sea apropiado establecer una fundación que de manera permanente trabaje en beneficio de los casos de tratamientos médicos de alta complejidad, o de aquellos casos de emergencia social.
Desde hace años Paysandú elige a Ciudadanos Ilustres. ¿Qué mejor que a ellos otorgarles además la tarea de patrocinar, impulsar y administrar una fundación de bien público? De esa manera, se podrían establecer con claridad las campañas de recaudación, que podrían incluir el aporte mensual voluntario de los trabajadores. Una fundación es sin dudas el instrumento ideal para apoyar a quienes más lo necesitan en momentos tan cruciales. Y al mismo tiempo brinda la tranquilidad de la adecuada administración de los recursos.
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