Paysandú, Domingo 17 de Agosto de 2014
Opinion | 11 Ago Por motivos ideológicos muchas veces se pretende sembrar confusión con el concepto de “protección social” asimilándolo al asistencialismo y políticas voluntaristas a cargo de gobiernos que incluso procuran mantener una base de votos “cautivos” a través del pago de determinadas sumas mensuales o de partidas para alimentos en forma indefinida.
Cuesta poco inferir que este tipo de prácticas no van al fondo de la cosa y son apenas un paliativo con el dinero de todos, porque seguirá imperando la marginación y la exclusión por falta de capacitación y oportunidades de los destinatarios de estos fondos.
Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), agencia de la ONU, indica en este contexto que “más del 70 por ciento de la población mundial no tiene verdadera protección social, cifras que revelan que la mayoría de la gente no tiene protección social suficiente cuando es más que nunca necesaria”.
De esta evaluación del organismo mundial surge que en promedio el 39 por ciento de la población mundial no tiene acceso a cuidados de salud, pero además en los países pobres este porcentaje sube al 90 por ciento. La OIT estima que serían necesarios más de diez millones de colaboradores para garantizar un servicio de salud de calidad para quienes lo necesitan, en tanto respecto a las jubilaciones la OIT indica que casi la mitad --más precisamente un cuarenta por ciento de las personas que han superado la edad de la jubilación-- no reciben ninguna pensión.
Pero por el otro lado tenemos que solamente el 30 por ciento de los trabajadores en el mundo pagan cotizaciones para jubilación y además muchas de las jubilaciones devengadas están por debajo del umbral de pobreza. Paralelamente, los gastos de protección social, en caso de desempleo, invalidez parcial o accidente de trabajo, varían mucho de un país a otro, al punto que pasan del 0,5 del conjunto de los gastos en Africa a 5,9 por ciento en Europa Occidental, es decir casi doce veces más, de acuerdo a este análisis.
Y en el escenario internacional, más allá de los promedios, la realidad es muy diversa en cuanto a este panorama social, por cuanto en los extremos, tenemos por un lado al Africa profunda, donde los índices son sin dudas los más bajos, y por otro el mundo desarrollado, que está en el otro extremo, con índices de riqueza y estructuras que se traducen en que pueden ser mejor contemplados los sectores menos favorecidos de la población.
En buena medida esta asimetría se recrea en el caso de América Latina, donde si bien se estaría en un sitial intermedio –no tan bien como en el mundo desarrollado pero tampoco tan mal como en Africa profunda—existen notorios matices de acuerdo a la región y el país. Así, por un lado hay seguramente áreas que están tan mal como las más desfavorecidas en el mundo, y otras en que el panorama, sin ser el mismo que en países industrializados, presenta avances significativos respecto a épocas no muy lejanas.
Parte de esta evolución se debe a la mejora en el escenario socioeconómico latinoamericano, fundamentalmente en la última década, que pese a las desigualdades que subsisten, ha permitido volcar recursos a sectores menos favorecidos, aunque con dificultades y con respuestas no siempre a tono con los recursos recibidos.
En este sentido, el vicepresidente para América Latina del Banco Mundial, el mexicano Jorge Familiar, aseguró que actualmente la clase media supera a la de los pobres en América Latina, aunque advirtió que un 40 por ciento todavía es vulnerable. Es así que según el jerarca, “por primera vez en la historia de Latinoamérica, la gente de clase media es superior a la gente que vive en condiciones de pobreza”.
Evaluó que este panorama obedece entre otras razones a políticas de crecimiento económico, generación de empleo y programas sociales impulsados por los estados en la última década, al punto de que de los 540 millones de latinoamericanos, unos 80 millones salieron de la pobreza.
Pero, claro, hay que tomar con pinzas estos conceptos y evaluaciones, porque refiere a una región muy vulnerable y en desarrollo. Debe tenerse presente que en gran medida estos cambios responden a que se ha contado con un escenario internacional muy favorable para los productos que exporta la región, fundamentalmente determinados commodities, con muy buenos precios y demanda.
La experiencia indica que se trata de coyunturas y que los buenos tiempos no duran para siempre, con un ciclo positivo en curso que en este caso se ha extendido más de lo que suele darse, por lo que el desafío del subcontinente es trabajar para evitar una regresión y por la reducción de la desigualdad.
Pero existe un común denominador de una baja calidad del gasto e inversiones en cuanto a retorno en el esquema socioeconómico de cada país, lo que genera dudas en cuanto a la sustentabilidad de este escenario de salida de la pobreza y mucho menos de que haya aumentado en realidad el porcentaje de la clase media, que es un aspecto muy discutible.
Existen fundadas razones para inferir que las transferencias en el “gasto social” son más bien transferencias de recursos puntuales pero sin la contrapartida de hacer que esta mejora sea perdurable, y reducir las vulnerabilidades. Ello indica que lo del aumento de la clase media como afirmación es por lo menos dudoso y en exceso optimista, por tratarse de una región muy dependiente del escenario internacional, y en estos altibajos buena parte de estos sectores podrían volver prácticamente a la misma situación anterior. Sigue planteado por lo tanto el tema de la sustentabilidad, cuando haya cambios como los que se insinúa, con un entorno externo “más complicado”, mayores tasas de interés y más volatilidad que afecta a los países latinoamericanos.
Ello indica que no se ha aprovechado cabalmente la década de bonanza que ha vivido la región y que ha habido errores y omisiones ante la oportunidad histórica de adoptar acciones para apuntalar la sustentabilidad, porque los cortoplacismos han conspirado contra un desarrollo que acompañara el crecimiento y en muchas oportunidades los objetivos político-ideológicos han prevalecido sobre el interés general.
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