Paysandú, Jueves 21 de Agosto de 2014
Opinion | 18 Ago Sin dudas que la actividad agropecuaria, los respectivos rubros de explotación y las áreas cubiertas en nuestra actividad agropecuaria son muy diferentes a las de hace medio siglo, y este nuevo escenario en buena medida es debido al panorama internacional cambiante, a la demanda de los mercados, a la tecnificación y a cambios demográficos, con sus aspectos positivos y negativos.
Entre estos últimos debemos situar que, pese a la mejora en la situación en la última década, sigue manifestándose la tendencia de por lo menos medio siglo en el éxodo rural, de los campos hacia las zonas urbanas y de pequeñas localidades a ciudades, así como de éstas hacia la metrópoli capitalina.
Un balance aproximado respecto a la realidad que se observa en el sector fue trazado en oportunidad de la reciente 16ª Jornada de la Unidad de Producción Intensiva de Carne (UPIC) desarrollada en Paysandú.
La presentó el ingeniero agrónomo Alvaro Simeone, cuando en este foro expuso que si bien Uruguay es un país “que se reconoce a sí mismo social, económica y culturalmente como eminentemente ganadero, sin embargo en los últimos años la agricultura y la forestación han aumentado significativamente tanto en producto bruto como en área ocupada”.
Esta evaluación es incontrastable, desde que las cifras de ambas actividades lo indican fehacientemente, con subrubros que han crecido explosivamente también en los últimos años, citando como ejemplo monocultivos como el de la soja, precisamente. Simeone recordó que la forestación ha venido creciendo sistemáticamente desde 1990 a la fecha, en más de 500.000 hectáreas y llegando a una ocupación total del orden del millón de hectáreas, en tanto la agricultura prácticamente se ha triplicado, hasta alcanzar actualmente un millón 200.000 hectáreas.
En una disponibilidad acotada de superficies, en un país pequeño como Uruguay, evaluó que este crecimiento en ambas actividades “implica una reducción significativa del área dedicada al rubro ganadero, y es precisamente esa actividad la que obliga a una reformulación en el diseño del negocio y en el aspecto tecnológico, a efectos de mantener competitividad y poder captar los beneficios asociados a los rubros mencionados”.
Por cierto que en esta relación de áreas mencionada por el técnico, han retrocedido en cantidad las superficies explotadas por la ganadería, pero a la vez debe tenerse presente que también se ha evolucionado en calidad y tecnología, a partir de una explotación más racional y distanciándose de la cría a campo abierto y a lo “pampa” de otros tiempos, de animales dispersos por campos semivacíos.
Por otro lado, en un contexto general, el aporte de la agricultura y de polos de desarrollo en base a la madera, todavía lejos de su potencial, conlleva un cambio cultural y socioeconómico en áreas rurales en las que no se contaba con servicios indispensables, las oportunidades laborales eran mínimas y así se mantuvieron durante décadas. Por supuesto, en toda explotación productiva, cuando se disputa un bien común, como el de la tierra, hay conflictos de intereses, y los avances de las explotaciones mencionadas sobre la ganadería tradicional no ha estado exenta del componente de recelo y de rechazo por quienes han sentido que han sido “invadidos” en sus fuentes de trabajo tradicionales.
Pero lentamente la realidad se está imponiendo y se ha podido percibir que hay muchos puntos en común y sobre todo que es posible profundizar las áreas de coincidencia y de beneficio mutuo.
En este sentido en la exposición se dio cuenta de la experiencia efectuada mediante el modelo de simulación agrícola ganadero de la Federación Uruguaya de Grupos CREA (Fucrea) generado en base a la experiencia del Giprocar Fucrea y que fueron comentados en la oportunidad por Ignacio Buffa.
Este modelo de simulación permite estimar el resultado físico y económico de un predio agrícola-ganadero en base a la combinación óptima de posibles actividades, como vacunos, ovinos, forestación, etcétera, manteniendo un criterio de maximización del margen bruto de toda la empresa en conjunto.
Este modelo fue utilizado previamente para estudios de evaluación de resultado económico en predios ganaderos del este del país, en predios ganaderos del Cristalino y de predios agrícolas ganaderos del Litoral, desde el punto de vista de la correspondencia de los datos predichos por el modelo con los datos reales obtenidos a nivel predial.
Surge así de esta evaluación que la mejora en el rendimiento ganadero mediante la incorporación de la forestación como rubro adicional aumenta el margen bruto del sistema en porcentajes significativos y mejora la productividad ganadera en un 24 por ciento, y ello es aún superior con la incorporación simultánea de la agricultura y la forestación.
Asimismo concluye que además de la mejora en la margen bruta a nivel predial la incorporación de la forestación y la agricultura bajo forma de renta permitiría disminuir el riesgo de la empresa en su conjunto, lo cual no es para nada desdeñable.
Pero a la vez desde una óptica general de país, lo mejor que nos puede pasar es la diversificación de explotaciones, porque ello conlleva reducir factores de riesgo, permite asomarse a dotar de valor agregado a producciones primarias para no seguir exportando solo commodities con capacidad de competir en el plano internacional, y porque hay actividades complementarias que generan fuentes laborales en áreas del interior profundo a las que la ganadería solo derrama una porción menor de la riqueza generada en cuanto a oportunidades de trabajo, debido a sus características.
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