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Paysandú, Sábado 23 de Agosto de 2014

Gajes del oficio

Opinion | 17 Ago Los años electorales para quienes ejercen cargos ejecutivos de alta exposición deberían transcurrir como un tiempo de legado y afianzamiento de la tarea que desempeñan desde el comienzo de su nombramiento por voto popular. En Uruguay, ese lugar de privilegio se utiliza como estrado para la confrontación sin conciliación ni respeto propio a su investidura que representa a todos.
En la semana que pasó se destacaron dos ejemplos emblemáticos de lo que no deberían hacer un presidente de la República ni un Canciller. En el primer caso, se deberá remolcar la figura junto a las clásicas expresiones de acostumbramiento o del “tómalo o déjalo” al que nos tiene acostumbrados y en el segundo caso, será la confirmación de las estrategias incomprensibles que ha llevado adelante.
El presidente de todos los uruguayos, José Mujica, utiliza sus audiciones para alertar a la ciudadanía que deberá elegir con extremo cuidado a su próximo gobernante y modelo de país, bajo el fantasma de volver a atravesar crisis tales como la del 2002.
El ministro de Relaciones Exteriores, Luis Almagro, lució una bufanda con los colores y la leyenda palestina, a sabiendas de la polémica que desataría tal actitud. Si aclaró que “algunas de estas fotos probablemente van a estar circulando mañana en primera plana”, entonces ¿para qué lo hizo? Su rol de cabeza de la diplomacia uruguaya lo inhibe de la provocación y la búsqueda de la reacción de la contraparte israelí, en momentos de alta sensibilización del tema. Claro que esto ocurre bajo el silencio de los representantes de la colectividad que integran su propio gobierno, algunos de los cuales prefieren no confrontar en tiempos electorales.
Entonces, tenemos un presidente en campaña que olvida el Artículo 77, numeral 5, de la Constitución de la República y al referente de la diplomacia uruguaya que prefiere apagar los incendios con combustible, sin olvidar la rudeza de algunos discursos opositores que fomentan reacciones negativas.
Estas posturas adversas no hacen otra cosa que fogonear confrontaciones que no se encuentran a la altura de quienes las generan porque provienen desde cargos ejecutivos o legislativos, ubicados allí por la ciudadanía que --a la postre-- debe asistir diariamente a mensajes de toda índole, algunos de los cuales ya no respetan ni el intelecto.
Los gajes del oficio en democracia no deberían confundirse con la falta de respeto, intolerancia o diversidad; tres asuntos sobre los cuales ha aumentado la bibliografía en los últimos años. Solo resta llevarla a la práctica, pero con la plenitud que requiere para que no se transformen en un gorgoteo de palabras.


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