Paysandú, Sábado 23 de Agosto de 2014
Opinion | 20 Ago El presidente José Mujica ha expresado en varias oportunidades una frase en la que parece no se ha reparado debidamente, pero que es una clara definición de una de las características de quienes habitamos este país: “Los uruguayos nos queremos muy poquito”.
Es probable que la expresión no se aplique solamente a quienes vivimos en este paisito, cuña entre dos grandes naciones. Ciertamente es muy probable, pero lo que debe importar no es cuan universal pueda ser esa expresión, sino que realmente sí nos aplica a los uruguayos.
Obviamente, no se debe en ningún aspecto generalizar, como tampoco lo hace el propio presidente al decir esa frase que, a no dudarlo, no solo llama a la reflexión sino que además sacude. Porque contrasta con lo que tradicionalmente se dice del uruguayo, de su solidaridad, de su don de gentes, de su sentido de servicio.
Y sin embargo una cosa no desmiente la otra. Este es un pueblo solidario, de mano tendida, de sonrisa franca, de amistoso recibimiento. Pero este es también un pueblo que se quiere “muy poquito” al decir de Mujica. No en general, si en particular, que es a lo que precisamente se refiere el presidente.
El problema de esto es que se complica la concreción de realidades que todos esperamos, anhelamos, pero que vemos difíciles de alcanzar. Puntualmente retornar en cada período eleccionario, pero después quien gana no puede llevarlas adelante. Esto es cierto incluso con un gobierno de mayoría parlamentaria.
Y es que el presidente habla también por propia experiencia. Ha hablado varias veces de sus “fracasos”, de esas iniciativas que no pudo concretar porque no obtuvo el respaldo político necesario. Quiso establecer universidades tecnológicas regionales pero tuvo que conformarse con la UTEC. Quiso establecer un impuesto a la concentración de inmuebles rurales pero solo pudo extender el Impuesto al Patrimonio a propiedades rurales.
Y en cada período electoral aparecen los proyectos “iluminados” de todos y cada uno de los partidos políticos. Curiosamente, todos saben qué y cómo hacer. Los que están en el poder, para “continuar”, los que están en la oposición para “cambiar”.
Más jugando al tradicional –tristemente-- juego del “palo en la rueda”, la sociedad uruguaya no obtendrá su verdadero despegue. La clase política, que a nadie escapa sale a la búsqueda de empleo cada cinco años, debe cambiar la manera de enfocar su labor. Un país no puede recomponerse cada período de gobierno, sino que debe seguir adelante a partir del esfuerzo del que se va.
La táctica preferida de propaganda es la de mostrar los errores del adversario, pero en verdad, se debe tomar sus aciertos (que cada gobierno los tiene) para continuar adelante. Se trata de querernos un poquito más. La sociedad no tiene otra manera de avanzar.
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