Paysandú, Domingo 24 de Agosto de 2014
Opinion | 21 Ago La gestión sustentable es una de las propuestas más mencionadas y válidas para el uso de los bienes y recursos naturales, permitiendo la superación de posturas puramente conservacionistas hacia otras de carácter más integral que permitan ponerlos en valor y utilizarlos a la vez de cuidarlos. Por eso, vale destacar la iniciativa de divulgación de las Directrices para la Planificación del Uso público de las áreas protegidas de Uruguay, llevada adelante por los ministerios de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente y de Turismo y Deportes, con la participación de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y el apoyo técnico de la organización no gubernamental Retos al Sur.
Se trata de un documento rector para las áreas protegidas que proveerá un marco para guiar la planificación y el desarrollo del uso público de las áreas del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), contribuyendo a los objetivos de conservación del área.
Creado en 2005, dicho sistema puede considerarse una herramienta joven, que permite armonizar el cuidado del ambiente, en particular de la diversidad de paisajes, ecosistemas, especies y elementos culturales, con el desarrollo económico y social.
Actualmente están bajo protección la Quebrada de los Cuervos, el parque nacional Esteros de Farrapos e Islas del río Uruguay, el parque nacional Cabo Polonio, el parque nacional San Miguel, el Paisaje Protegido Laguna de Rocha, el Cerro Verde e Islas de la Coronilla, el Valle del Lunarejo, la localidad rupestre de Chamangá, las grutas del Palacio, en Flores, y Rincón de Franquía, esperándose que este año ingrese Montes del Queguay (Paysandú).
Según información del Mvotma, en nuestro país la cantidad de visitantes en áreas protegidas es variada, oscilando desde un mínimo de cien a un máximo de 90 mil visitantes anuales, con un perfil heterogéneo, donde no todas tienen conocimiento y hábitos de recreación y turismo compatibles con la conservación del patrimonio natural y cultural.
Teniendo en cuenta esta realidad, es indudable que es necesario prestar especial atención a las interacciones, forma de relacionamiento, oportunidades y sinergias entre las áreas protegidas, el turismo, el desarrollo local y la participación de los actores sociales y comunitarios vinculados.
En este contexto, deberían entenderse las referidas directrices como un marco para guiar el accionar humano en estas áreas, con miras a su desarrollo sustentable, difusión y conocimiento, de forma que la sociedad pueda valorarlas y cuidarlas adecuadamente.
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