Paysandú, Lunes 25 de Agosto de 2014
Opinion | 20 Ago La reforma de la seguridad social instituida en 1996, con sus luces y sombras, ha tratado de ser una respuesta del sistema político a una situación de creciente deterioro de las finanzas del Banco de Previsión Social, que en el mediano plazo se perfilaba como de manifiesta inviabilidad y en riesgo de colapsar, en perjuicio de los entonces actuales y futuros pasivos.
Hasta ese año regía un sistema denominado “solidario”, que fue voluntarista y desacompasado de la realidad, con el agravante además de manejos políticos que contribuyeron a desfinanciarlo y por ende dándole un perfil cada vez más complicado.
Uno de los elementos cruciales en este esquema ha sido desde siempre la relación activo-pasivo, por cuanto en el sistema solidario se vierten fondos por los activos que se van utilizando en el pago a los pasivos contemporáneos, ante el desfasaje en el tiempo de la recaudación, pero un paso importante ha sido que mediante esta reforma cada trabajador cuenta con su historia laboral, que registra sus aportes individuales y que permite aclarar notoriamente los trámites a la hora de dejar atrás su vida activa.
La reforma, entre otros aspectos, incorporó al sistema previsional las Administradoras de Ahorros Previsionales (AFAP), es decir una cuenta bancaria en la que el trabajador deposita sus aportes a efectos de obtener interés y contar con un retiro seguro, por lo que su suerte está atada a la rentabilidad de estas administradoras, que al final de su vida activa le devuelven sus aportes a través del pago de una pasividad complementaria.
Sectores radicales de izquierda, sobre todo a partir del advenimiento del Frente Amplio al gobierno nacional, en la última década, han procurado derogar el sistema de AFAP o por lo menos debilitarlo, haciendo que los fondos que hacia él se derivan vuelvan al BPS y recrear íntegramente el fracasado sistema solidario del BPS, pero con buen tino los dos últimos gobiernos han sido en extremo cautelosos en no tocar un sistema que se ha venido consolidando, que cuenta con el respaldo de los trabajadores ahorristas y porque han considerado que modificar este esquema será poco menos que un retroceso y un salto al vacío.
En este contexto, este año se abrió un nuevo período habilitado por el gobierno para que trabajadores afiliados a las AFAP hicieran opción de abandonar el sistema, pero en el lapso de febrero a julio, tras unas 31.000 consultas que se hicieron al Banco de Previsión Social, para informarse acerca de si era conveniente o no desafiliarse, solo optaron por dejar el sistema mixto 1.267 personas y otras 4.700 revocaron su situación, modificando los porcentajes que aportaban ante el BPS y las administradoras.
La gerente general de Unión capital AFAP, María Dolores Benavente, sostuvo que en este escenario abierto “la gente actuó con racionalidad” y que más allá de posturas ideológicas, entendió conveniente mantenerse en el sistema.
Consideró que dentro de la cultura “conservadora” del Uruguay la creación a la vez de un subfondo de retiro es un paso positivo, aunque debería generarse uno más, destinado a los más jóvenes, que pueda manejar mayores riesgos.
En declaraciones al suplemento “Economía y Mercado” del diario El País, y seis meses después de haberse abierto el período de desafiliación de las AFAP, evaluó que “estamos observando que la gente actúa con mucha racionalidad” ante consultas al BPS, pero que “lo cierto es que a la mayoría de las personas le sirve mantenerse en el esquema mixto, y por tanto han hecho una opción muy práctica: los que tenían alguna duda fueron, consultaron, y en su gran mayoría, se quedaron”. Es que precisamente se ha estimado en unas 260.000 personas el universo de afiliados que podían dejar las AFAP, pero en los hechos solo poco más de 1.200 personas se desafiliaron y unas 4.700 revocaron porcentajes entre el BPS y las administradoras, cuando tenían la posibilidad de abandonar un sistema que ha sido cuestionado y criticado abiertamente por el presidente del BPS, Ernesto Murro, los representantes sociales y el propio Pit Cnt.
Según Benavente, las cifras indican que “hay un trabajo bien hecho, las administradoras son empresas creíbles y el dinero de la gente está bien custodiado. En los últimos meses las consultas se han vuelto más espaciadas y las bajas son escasísimas”, en tanto respecto a la forma de consulta y como se evacúan, manifestó que “el BPS recibe el pedido de consulta, pone a disposición del usuario la información de la que dispone y le solicita a la AFAP el resto de los datos. Se los otorgamos, trabajamos juntos y muy bien, por el bienestar de la gente. Se ha asesorado en forma muy correcta a los ciudadanos”.
Asimismo, más allá de los instrumentos financieros tradicionales que utilizan las AFAP, por los cuales en 18 años han tenido 7 por ciento de rentabilidad en Unidades Reajustables (que sube 3 por ciento por encima de la inflación), y la seguridad que se da al trabajador de que se está volcando dinero a una cuenta de ahorro propia, en lugar de a un fondo común, todavía es incipiente, pero sería muy importante para el interés general el volcar buena parte de esos fondos a la financiación de emprendimientos de interés para el país y por lo tanto minimizando riesgos en cuanto a la estabilidad y calidad de las fuentes laborales.
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