Paysandú, Miércoles 27 de Agosto de 2014
Locales | 24 Ago Carta a los conductores
de Paysandú
Día 24 de julio, 17.30 horas aproximadamente, como acompañante con mi padre al volante sucedió lo siguiente: Circulando por calle Artigas dirección Oeste, frente a la Terminal de Ómnibus, una camioneta aguardaba para ingresar a la zona de estacionamiento de la Terminal, cuando otra pretendía salir. Para alertar al conductor que estaba saliendo --sin mirar ni esperar-- y puesto que tenía visibilidad limitada (la camioneta esperando para entrar bloqueaba la visión) mi padre hizo sonar la bocina, recibiendo un bocinazo como respuesta y lo que pasó luego fue increíble.
El semáforo de la esquina de Artigas y Zorrilla estaba en rojo y el “señor” conductor se detuvo al lado preguntando en forma sarcástica y prepotente “¿estás apurado?”, lo cual llevó a una inevitable respuesta de mi hermano y mía, haciéndole notar que el equivocado era él, ya que al salir de un estacionamiento tiene la obligación de parar, mirar hacia donde viene el tráfico y esperar a que sea seguro salir, sin poner en riesgo a los demás tanto como a sí mismo.
¿Sabe qué, “señor”?, no estábamos apurados pero tampoco es de su incumbencia; usted fue prepotente y egoísta, y debería saber que no es el único conduciendo en las calles de esta ciudad. Tampoco es de un buen conductor --si es que se jacta como tal-- acelerar una vez habilitado por el semáforo, cambiar de carril sin señalizarlo previamente, y frenar delante nuestro para --se me ocurren dos opciones-- primero: lograr que lo choque de atrás y poder “culparnos”, algo que espero no haya sido así, ya que sería demasiado infantil de su parte, ya que el momento incómodo se lo lleva usted también; o segundo --y la más factible-- intentar demorar nuestro recorrido, ya que según usted asumió, estábamos apurados.
Pero no, no estábamos apurados, es más, teníamos todo el tiempo del mundo. Quizás usted sí lo estaba por eso pensó que podía hacer lo que se le diera la gana y no respetar las normas de tránsito, haciéndolo aún más peligroso con su accionar posterior, que no solo puso en riesgo su seguridad, sino la de ciclistas, motociclistas y la de mi familia. Dirijo esta carta a todos los conductores para que reflexionemos, para que no seamos hipócritas, y pensemos que vivimos en una sociedad, no somos los únicos al volante, y que cada acción que tomamos mientras conducimos afectan a una cierta cantidad de gente a nuestro alrededor, que puede no tener los mismos reflejos que uno, o no estaba preparado para una maniobra completamente inesperada, entre otras cosas.
Tildo la acción de increíble porque me asombró la hipocresía y egoísmo de este conductor, creyendo que puede hacer las suyas al volante sin consecuencias. Necesitamos darnos cuenta que todos somos uno, que no estamos solos; hay que pensar que una mala maniobra puede llevarnos a pasar un mal momento, incluso arruinar la vida de una persona, de una familia.Antonio G.
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