Paysandú, Jueves 28 de Agosto de 2014
Opinion | 22 Ago La crónica roja de la víspera dio cuenta de una rapiña en una farmacia del Norte de la ciudad, perpetrada por dos jóvenes mayores de edad que una noche simplemente se convidaron para robar. La crónica informó también de la rápida y exitosa labor policial y del no menos veloz procesamiento de la Justicia. En total fueron cuatro las personas procesadas.
Cualquiera podría pensar que con el encarcelamiento de los dos malvivientes que llevaron adelante la rapiña --con violencia, que dejó herido a un sereno de 67 años de edad que valientemente les hizo frente, en un intento por evitar el robo--, recibirán un ejemplar castigo. Como corresponde con su delito, especialmente en días en que la inseguridad es uno de los temas cotidianos de preocupación en todo el país.
No obstante, en la misma página de Policiales se publica el prontuario de Matías Luján Guevara, a todas luces el cerebro del golpe. Y lo que se lee no es por cierto nada tranquilizador. Porque este joven hoy de apenas 21 años de edad, con antecedentes como menor infractor --que se borran de su legajo cuando adquiere su mayoría de edad--, fue procesado con prisión dos veces en nueve meses, entre octubre de 2012 y julio de 2013. Y un año después, nuevamente procesado.
Esto quiere decir que cumplió con los dos procesamientos que apenas si lo dejaron en la cárcel escasos meses. La primera vez como mayor de edad, puede pensarse, la Justicia optó por darle una nueva oportunidad para que se inserte en la sociedad y abandonara el camino del delito. Ahora nuevamente la misma historia. ¿Hasta cuándo la Justicia uruguaya da “oportunidades” a los delincuentes? ¿Hasta cuándo los ciudadanos de bien deben soportar una total inseguridad porque no hay mano dura en el castigo de autores de delitos?
Obviamente, el asunto no es Guevara. Es apenas un ejemplo de cómo la Justicia administra el castigo. La sociedad tiene un falso concepto de seguridad cuando lee que tal o cual delincuente fue procesado con prisión. Pero tristemente, y las pruebas son irrefutables, los encarcelados son mirados con simpatía y se los deja en libertad tan pronto como se puede.
La clase política hoy discute acaloradamente si es acertado o no lo es bajar la edad de imputabilidad penal. Pero mientras eso sucede, aquellos mayores de edad que son procesados apenas si pasan pocos meses en los centros de detención.
Es cierto, la cárcel no parece ser la solución contra el delito. Pero es el método de castigo a los delincuentes. Pensar en ellos pero no en los delitos cometidos es un error grave.
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