Paysandú, Viernes 29 de Agosto de 2014

Las encuestas como instrumento

Opinion | 27 Ago Cuando estamos apenas a sesenta días de las elecciones nacionales, más allá de una campaña electoral que hasta ahora se ha desarrollado en forma anodina y que genera poco entusiasmo en el ciudadano común, que tiene una actitud muy distinta por ejemplo a las que se tuvo en los años inmediatos a la salida de la dictadura desde 1985, hasta ahora se han visto pocas propuestas serias y sí un conjunto de ideas lanzadas más o menos en forma esquemática, algunas con notorio tufillo electoral más que con una perspectiva real de llevarlas a cabo. Sobre todo, se ha tenido particular cuidado de no cometer algún error o salida de tono que cueste votos, porque obviamente ninguno es José Mujica, a quien se le debe reconocer la peculiar virtud de salir indemne hasta de pifiadas que harían trizas a cualquier candidato.
Es cierto que en un acto eleccionario el votante común, o por lo menos el grueso del cuerpo electoral, no suele tener en cuenta en forma prioritaria el contenido de los programas de gobierno, sino que en el mejor de los casos se queda con los titulares. Hay por lo tanto una gran incidencia en el voto de la percepción personal respecto al o los candidatos e incluso al partido de que se trate, de la gestión de gobierno, naturalmente, de su situación personal y sectorial por encima de la general, y en gran mediad de confianza o simpatía del candidato, en una amplia gama de factores que juegan a la hora de decir el voto.
A la vez, el instrumento por excelencia para detectar la receptividad o el desarrollo de las respectivas campañas de los aspirantes a la Presidencia de la República es sin dudas el de las encuestas públicas de opinión, de las que algunos candidatos dicen descreer --generalmente los que precisamente están mal en estos sondeos de opinión pública-- y a menudo cuestionando la confiabilidad de los resultados de las consultoras, incluso manifestando que desconfían de los datos que surgen de estos relevamientos.
Por supuesto, la validez de las encuestas de opinión pública no se discute en ningún lugar del mundo, porque son utilizadas tanto para fines electorales como para objetivos de mercadeo de productos o de detectar el respaldo social a tal o cual iniciativa o escenario en el momento en que se efectúa el sondeo.
Por lo pronto, debemos señalar que en realidad no hay político que en su fuero íntimo descrea de las encuestas, sobre todo cuando todas coinciden, y lo que declaren al respecto en los foros públicos y en los medios es simplemente una cuestión de estrategia o de reafirmación pública como justificación ante el potencial electorado.
Pero no porque así lo crean, y a lo sumo se pretenderá convencer a algunos electores cautivos de que las cosas no son tal y como las pintan las encuestas.
En esta oportunidad quien se presenta como descreyendo de las encuestas en sus actos públicos es el expresidente Tabaré Vázquez, porque lo han mostrado descendiendo en las preferencias de voto ciudadano. “¿A alguno de ustedes lo han encuestado alguna vez?” expuso como argumento “contundente” ante sus partidarios el propio Vázquez, aludiendo a una supuesta intencionalidad o mal manejo de datos de las encuestadores respecto a la realidad que dice percibir en sus actos. Por supuesto que si la medición se hubiese hecho tomando como muestra a quienes asistieron al acto partidario, darían a Vázquez ganador por el 100% de las adhesiones. Pero que ninguno de ellos haya sido consultado no quiere decir que la estadística esté mal hecha.
Por lo tanto, este no es más que un recurso de barricada ante seguidores incondicionales para “convencerlos” sobre alguna presunta conspiración de consultoras contra su candidatura, en una actitud que no es exclusiva de Vázquez. Pero menospreciaríamos el raciocinio y la capacidad de captación del mencionado candidato y de sus respectivos equipos de campaña si creyéramos que no toman nota de cómo van en las encuestas y a la vez formulando propuestas para cambiar estrategias pese a que digan que seguirán adelante con lo que estaban haciendo, “porque vamos muy bien”.
Y es que el insumo de trabajo que son las encuestas hay que tomarlo como tal, el conocer como se está parado ante la opinión pública en determinado momento, y a sesenta días de las elecciones podemos decir que la verdadera campaña electoral todavía no ha empezado.
Es decir que hay mucho paño para cortar en cuanto al grado en que se den las mayorías, y empieza por lo tanto ya a partir de ahora un partido distinto.
Tan distinto como abierto, realmente, porque Vázquez puede recuperar perfectamente respaldo ciudadano, puede perder más o puede seguir como hasta ahora, y en similar medida ello puede ocurrir con los otros partidos.
Pero como siempre el ciudadano a partir de ahora, ya encaminándonos hacia la recta final, debe cuidarse de no caer en los eslóganes de campaña de siempre, en los extremismos del todo o nada, de la lucha de clases, en las promesas fáciles, en el que está todo bien o está todo mal, y optar por lo posible, por el interés general y no por las “propuestas” que surgen de los grupos de presión y corporativismos metidas a “prepo” en programas condicionados por grupúsculos que siguen operando desde un segundo plano para llevar agua hacia su molino.


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