Paysandú, Sábado 30 de Agosto de 2014
Opinion | 23 Ago Desde hace unos años, el nivel de desempleo en nuestro país se encuentra en niveles históricamente bajos, de acuerdo a lo que señalan las estadísticas, aunque en los últimos meses se ha registrado un ligero repunte de los índices en los muestreos del Instituto Nacional de Estadística.
Es una tendencia promisoria, si se tiene en cuenta que este es un aspecto fundamental desde el punto de vista socioeconómico y el tejido social de un país, de la misma forma que también registran índices auspiciosos las estadísticas que dan cuenta que en los últimos años miles de personas han salido del umbral de pobreza y por lo tanto se ha logrado un salto significativo respecto a situaciones crónicas en la trama social del país.
Ahora, si nos quedamos en lo que dicen las estadísticas, deberíamos asumir que el Uruguay ha cambiado mucho y para bien, durante una década en la que la situación favorable de la coyuntura internacional ha permitido dinamizar nuestra economía. Pero tan pronto rasquemos la superficie, nos encontraremos con que este mejor escenario que reflejan las estadísticas está prendido con alfileres y que no es oro todo lo que reluce ni mucho menos.
Cuando se habla de mejora en el nivel de empleo, debemos tener presente que hay muchas de estas personas “empleadas” que en realidad solo están trabajando en “changas”, porque se considera como trabajo el haberlo hecho unas pocas horas a la semana, y además, mucho del empleo registrado es de baja calidad, mal remunerado y precario.
No es una evaluación antojadiza, sino que incluso ya en plena campaña electoral, en las giras que realizan las respectivas delegaciones partidarias el reclamo generalizado que se recibe en barrios y en localidades del interior departamental es la demanda de trabajo, más incluso que en ítems como seguridad, educación o atención en salud.
Y no se trata de casos aislados, sino que se da sistemáticamente, en tanto en lo que refiere a la salida de la pobreza, muchos de estos ingresos se toman a través de la asistencia que otorga el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), sin otros ingresos producto del esfuerzo propio, lo que indica que la superación no es tal, sino que todos los uruguayos estamos subsidiando lo que las estadísticas reflejan como una salida de la indigencia y la pobreza que es irreal, porque quien está en esta situación dependiente de la asistencia del Estado volverá a la situación anterior en toda circunstancia en que se interrumpa este pago sin ninguna contraprestación.
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