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Paysandú, Sábado 30 de Agosto de 2014

La transformación de la guerra

Opinion | 27 Ago El reciente asesinato del periodista estadounidense James Foley, a manos del Estado Islámico, expuesto crudamente en un video que ha dado la vuelta al mundo, muestra la cara horrenda de la nueva forma de guerra.
Ahora caudillos, terroristas y mercenarios, ávidos de la conquista del poder para explotar poblaciones y recursos naturales, hacen estallar guerras en diferentes partes del mundo, desde Nigeria a Siria, del Sahel a Afganistán. En todos los casos, la víctima es la población civil.
Esto es, el proceso de degeneración del Estado es la causa principal de los conflictos actuales, siempre ligados a motivos económicos. Una consecuencia que se repite una y otra vez es el empobrecimiento de la población, que es un rasgo que hace retroceder a la sociedad. Por ejemplo, durante el decenio de sanciones económicas contra Irak, el país pasó de tener la escolaridad más elevada del mundo árabe a ser un Estado en el que las mujeres no tenían derecho a trabajar. El proceso de islamización ha avanzado en paralelo al de empobrecimiento.
Lo mismo ocurre en ciertas regiones africanas, donde la crisis alimentaria no solo se debe al cambio climático sino también a la carrera de los países ricos para apoderarse de los recursos del continente, lo que ha generado conflictos armados de tipo religioso y étnico.
Ante tantos conflictos, hasta es posible pensar que la tercera guerra mundial es una nebulosa de conflictos encendidos por grupos armados, no por Estados soberanos. En Nigeria, Amnistía Internacional calcula que han muerto en los últimos 12 meses 4.000 personas, sobre todo civiles, por los ataques de Boko Haram y el ejército nigeriano.
En Europa hay datos similares. Según Naciones Unidas, desde abril de este año, el conflicto entre los separatistas prorrusos y el ejército nacional ucranio ha causado la muerte de más de 2.000 personas, si bien muchos consideran que esa cifra es inferior a la real.
El objetivo de todos es la conquista del poder político y económico para sacar provecho, no la creación de un Estado democrático ni mucho menos de una nación nueva.
Esta notable diferencia con las guerras del pasado, tan cruentas como estas claro está, presenta un escenario nuevo y extremadamente preocupante. Porque la globalización también permite que grupos de cualquier parte del mundo puedan acceder a tecnología militar suficiente para iniciar un conflicto armado. Y al no ser un ejército regular, no se ven obligados a seguir sus reglas de guerra, razón por la cual matan sin piedad a civiles atrapados dentro de las líneas de fuego.
Hoy la amenaza es global. No ya de un Estado, sino de cualquier grupo de poder capaz de acceder a la cantidad de armas necesarias. Estamos a las puertas de un estado de vida natural y brutal. Y sin lugar donde refugiarse.


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