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Paysandú, Domingo 31 de Agosto de 2014

Pacatos

Opinion | 31 Ago El próximo 11 de setiembre se cumplirán 225 años de la existencia del concepto de “izquierda” y “derecha” dentro de la política. Desde aquellos aciagos días de la Revolución Francesa hasta ahora se han asociado las ideologías de cambios sociales y políticos a una y las opciones conservadoras a la otra.
Y así ha permanecido enmarcado en un concepto estático y demonizado, según el caso, sin mayores posibilidades para discutir los matices o quiebres, provocando divisiones entre buenos y malos, pueblo y no-pueblo, amigos y enemigos, con algunos casos que trasciende al esquema político.
Con el paso de los siglos aparecieron fervientes defensores, impulsores y transformadores en la práctica y en la teoría tanto de una como de la otra, afianzando aún más la brecha existente hasta nuestros días.
Por supuesto que Uruguay no ha estado al margen de esas “seudo” divisones, con personajes más o menos fermentales que ayudaron a forjar las bases de una nación laica y de avanzada en diversos momentos históricos.
Lo cierto es que la propia historia ha servido como etapa superadora de resentimientos y ha ayudado a proyectar los viejos criterios en las nuevas maneras de ejercer la política y --por qué no-- la tolerancia.
Hasta que llegan tiempos electorales. Allí afloran con violencia temperamentos propios de otras épocas que impiden una discusión para enriquecer al auditorio, que deberá recibir mensajes con la fuerza de proyectiles que torpedean la convivencia y fogonean comportamientos hostiles.
Con la aparición de nuevos elementos de difusión a través de las redes sociales, que son utilizadas para “casi” cualquier fin, se coloca una bomba en la línea de flotación del derecho a réplica, del intercambio variado y respetuoso que alterne información para elevar los criterios de opinión. Claro que esas redes tampoco tienen la responsabilidad por su mala utilización, sino que al contrario, demuestran ser un ejercicio de democracia directa como pocos existen.
El punto es que han servido para visualizar quien está a la derecha de la izquierda y quien se ubica a la izquierda de la derecha.
Esas redes son el espejo de la violencia que acecha en el interior de quienes la ejercen y que --a su vez-- se suman a la condena pública de otros hechos transformados en escarnio y tergiversados vilmente bajo un profundo manto de hipocresía que desnuda la pacatería existente.
La ausencia absoluta de autocrítica para aquellos que denuncian hechos en otros, demuestra que la violencia será difícil de erradicar, tanto como la hipocresía. Esas mentes nos retrasan en vez de ayudarnos a avanzar y nos hace ver que 1789 fue ayer nomás.


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