Paysandú, Domingo 07 de Septiembre de 2014
Opinion | 01 Sep Cuando estamos ingresando ya en la recta final de la campaña electoral, uno de los temas en que han puesto énfasis los respectivos candidatos, aún del oficialismo, ha sido el de buscar alternativas para corregir los problemas que se plantean en la educación de nuestro país, caracterizada por una persistente degradación en la calidad, una alta deserción, pero sobre todo porque plantea dificultades para capacitar desde el punto de vista laboral, por cuanto la formación por regla general no suele estar a tono con las exigencias de mano de obra de las empresas.
En las últimas horas, un evento organizado por las cámaras empresariales con tres de los cuatro presidenciables convocados para hablar de la educación, fue el escenario propicio para que los candidatos opositores abordaran una serie de aspectos que a su juicio condicionan las respuestas que es preciso dar a los serios problemas de la enseñanza, pero lamentablemente la negativa del candidato oficialista Tabaré Vázquez a debatir no permite conocer si el candidato del gobierno tiene una perspectiva distinta a la que llevó durante su mandato a que se aprobara la Ley de Educación, que lejos de generar instrumentos para revertir este estado de cosas, se limitó a transferir una mayor cuota de poder a los sindicatos, que como grupo corporativista se preocupa por obtener beneficios para el sector, pero lejos de promover una mirada global para establecer los correctivos que se necesitan, porque es parte del problema.
Durante el foro de referencia, Lacalle dijo que “no creo que haya que echarle la culpa a los sindicatos”, ante la única consulta que se realizó desde el auditorio a los presidenciables, tendiente a establecer qué responsabilidad tienen los gremios de docentes en la situación actual de la educación.
“La pertinencia o no de que cogobiernen es una cosa y buscar responsables es otra. Siempre es fácil buscar un chivo expiatorio. Yo creo que hay que recuperar la educación para quienes somos electos por la voluntad popular. Las corporaciones con voz, pero sin voto”, afirmó. Y agregó: “En la vida hay que hacerse cargo. Y autoridad que no se ejerce, se pierde. Yo creo que acá el responsable último es el gobierno. Entre otras cosas fue quien generó el instrumento”, en referencia a la Ley General de Educación.
Por su lado el dirigente colorado Pedro Bordaberry coincidió con Lacalle Pou y manifestó que “el problema no es el sindicato”, sino “darle a quien representa el poder sindical y corporativo, el poder de decidir por el interés general”. Por su lado, el postulante por el Partido Independiente, Pablo Mieres, apoyó la teoría de los otros dos candidatos y aseguró que con los docentes hay que dialogar, pero que la conducción de la educación tiene que volver al poder político.
Los aspirantes al sillón presidencial coincidieron además con varios puntos planteados por las cámaras empresariales en el documento “Aportes a un acuerdo político y social de largo aliento en propuestas educativas de 2015 en adelante”, presentados meses atrás, y elaborado por técnicos de todos los partidos políticos. De allí que señalaran que lo único que falta para iniciar el cambio es la voluntad política.
Otro aspecto considerado en la oportunidad tiene que ver con la “respuesta” que están promoviendo las autoridades de la educación en cuanto a bajar la calidad de las exigencias y promover a los alumnos de secundaria como sea, argumentando que la otra alternativa es la deserción.
Lacalle evaluó al respecto que es necesario llevar a cabo una reforma curricular atractiva y aseguró que de ser gobierno, modificará el sistema de repetición. “Si de nosotros depende, el pase social deja de existir el 1° de marzo de 2015 porque al fin y al cabo es decirle al chiquilín no aprendiste nada, pero yo tengo que llenar una gráfica y, amputándote tu futuro, te voy a dar un empujón para que pases de año”, manifestó. Para contrarrestar eso propuso un sistema de tutorías. “Hay que estar arriba del que repite, porque por algo repite”, sentenció.
Otro aporte lo formuló Pablo Mieres, quien manifestó que la discusión en educación no pasa por cuánto se va a gastar, sino en discutir primero qué es necesario. En este sentido, criticó al gobierno por su falta de voluntad política para realizar transformaciones. Mieres señaló que la explicación del presidente José Mujica (“No me la llevaron”) sobre por qué no pudo realizar cambios en educación, es “enigmática”. “No sé quién no se lo llevó, porque tuvo mayoría parlamentaria, apoyo de todos los partidos, plata y crecimiento”, reprochó. Destacó que una de sus principales propuestas en educación es cambiar la estructura de ANEP. “No podemos seguir con 17 personas tomando decisiones (entre los integrantes del Codicen y de los consejos desconcentrados) porque en definitiva eso es una máquina de impedir”, expresó. Pero más allá de los aspectos de conducción y la injerencia de los sindicatos en temas que no les competen, --porque responden al interés general y no al sectorial-- naturalmente, en un estado democrático, las decisiones en materia de enseñanza deben estar en el ámbito del poder político y no de las corporaciones.
Debe tenerse presente que más allá de algunas coincidencias en el diagnóstico por los actores políticos, y la resistencia de los sindicatos a cualquier cambio por las dudas de que sean afectados sus intereses, todavía no hay fórmulas coincidentes en cuanto al conjunto de acciones a adoptar para ir desandando este camino de deterioro sistemático de la calidad y formación todavía con objetivos desdibujados sobre su utilidad real en la esfera laboral y profesional. Y en tiempos electorales, más allá de coincidencias manifiestas en la oposición, pero todavía sin una postura clara del oficialismo respecto al camino a tomar, por encima de compromisos de más dinero que no van al fondo del tema, --porque el aumento de los recursos sin contrapartida de resultados es simplemente seguir arrojando dinero a un barril sin fondo-- hay mucha espuma y poca sustancia para los acuerdos indispensables que permitan por lo menos ser moderadamente optimistas de que el panorama va a poder cambiarse en un futuro cercano.
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