Paysandú, Domingo 07 de Septiembre de 2014
Opinion | 06 Sep Aún en un mundo globalizado e interconectado donde las distancias se han reducido por los avances en logística y conectividad, existen factores condicionantes para el intercambio comercial y costos adicionales por la distancia en el caso de materias primas y productos con escaso valor agregado, tal como sucede con Uruguay y países de nuestra región altamente dependientes de la venta de insumos hacia los países industrializados.
Es impensable igualmente que un país pequeño como Uruguay pueda encerrarse y depender de su mercado interno, como incluso en su momento intentaran naciones de gran extensión geográfica y economías importantes, por lo que han quedado definitivamente atrás las políticas proteccionistas propias de la década de 1950 sostenidas en subsidios e industrias inviables, que fueron cayendo por problemas de costos y de mercado. Igualmente, el mundo actual presenta otros desafíos, más allá de reglas económicas que ya nadie discute, salvo el caso de la irracional política económica argentina producto de medidas delirantes del gobierno Kirchner, en alguna medida como una mala alternativa producto de las circunstancias, con una deuda exterior que se quiso seguir trasladando indefinidamente hacia adelante pero a costos aún mayores que los que ocasionaría el sinceramiento de la economía, y que ahora se intenta revertir pagando menos de lo que se pidió en su momento, con la contrapartida de un encierro económico insostenible en el mediano plazo. Pero Uruguay felizmente está en otra situación, y el sentido común indica que por su tamaño y características, debe ampliar su conexión exterior. Un escenario de comercio multilateral es el menos costoso y más conveniente, y en este contexto el Mercosur --tal como está ahora-- es una traba y una limitación, señaló por ejemplo el diplomático Carlos Pérez del Castillo, durante una disertación en la Cámara Uruguay-EE.UU.
El exembajador de Uruguay ante Naciones Unidas y la Organización Mundial de Comercio, entre otras organizaciones internacionales --entre 1998 y 2004-- aseguró que el país puede convertirse en una suerte de “bisagra” entre el bloque regional y la Alianza del Pacífico, y planteó lineamientos para que el Mercosur le permita a Uruguay extender el comercio internacional sin tener que abandonar el bloque.
Para el diplomático la Alianza del Pacífico, conglomerado que integran Chile, Colombia, Perú y México, es uno de los ejes centrales del modelo de inserción externa que “actualmente predomina en el mundo”, como el Acuerdo de Asociación Transpacífico, que integran --entre otros-- Chile y Nueva Zelanda, y el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión, una propuesta de tratado de libre comercio entre EE.UU. y la Unión Europea, según señaló a El Observador.
Uruguay tiene condiciones para avanzar con la Alianza del Pacífico, en especial por su ubicación geográfica y su “buena reputación internacional”, e incluso el país se puede transformar “en un denominador común entre este bloque y el Mercosur y actuando como Estado ‘bisagra’ entre ambos grupos, oficiando de puerta de entrada y salida entre el Atlántico y el Pacífico”, de acuerdo a la visión del compatriota.
Pero hasta ahora, pese a desengaños y bastante decepción, en el gobierno había primado la consigna de “más y mejor Mercosur”, aunque gradualmente se ha asumido que poco y nada nuevo o mejor puede esperarse del bloque, sino que hay que buscar la diversificación del comercio exterior y eventualmente --sería deseable-- concretar negociaciones de bloque a bloque, como el todavía dilatado acuerdo con la Unión Europea, lo que permitiría potenciar ventajas comparativas para determinadas producciones, incluyendo la rebaja de aranceles, y eventualmente tener mejores posibilidades de compras de productos terminados a través de volúmenes que no se logran individualmente, entre otras posibilidades.
Según Pérez del Castillo, para el gobierno uruguayo que asuma el año próximo, en cuanto a los instrumentos para enfrentar los obstáculos y limitaciones que impone actualmente el Mercosur, se podría encarar en una primera estrategia la iniciativa de convocar al Consejo del Mercado Común (CMC), que tendría como principal objetivo “sincerar” el proceso de integración regional para adaptarlo a las nuevas realidades políticas y para flexibilizar las modalidades de negociación externa de los miembros, “tanto en el marco de negociaciones Mercosur con terceros países, como en el ámbito de negociaciones bilaterales de sus miembros”.
“Se trata de volver a plantearse las etapas de instrumentación del Tratado de Asunción para atender necesidades de desarrollo que el Mercosur está bloqueando actualmente. En la práctica, significa definir conjuntamente una nueva configuración de compromisos y obligaciones entre sus miembros, sustentados en las realidades del momento y dotarse de las necesarias flexibilidades que den espacio para el logro de tales objetivos y el restablecimiento de su credibilidad”, apuntó Pérez del Castillo
Otra posibilidad es que el futuro gobierno uruguayo descarte plantear el asunto en el CMC y, sin abandonar su condición de miembro pleno del Mercosur, asumir unilateralmente una estrategia de inserción externa sin requerir aprobación previa de los demás componentes del bloque.
Ante esta situación, deben acentuarse acciones para la diversificación en el intercambio comercial, buscando nuevas alternativas, mientras se intenta seguir sobreviviendo con las actuales limitaciones impuestas por los grandes socios del bloque, que “buscan la suya” por fuera del acuerdo naturalmente, pero a la vez aplicando restricciones a los socios menores haciendo primar el tamaño de sus economías y su capacidad de presión ante nuestras vulnerabilidades.
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