Paysandú, Martes 09 de Septiembre de 2014
Opinion | 05 Sep Los faraones eran considerados dioses. Los emperadores romanos eran considerados dioses. A Evita, Perón (en ese orden) y hasta el Gauchito Gil se le asignan poderes divinos. A Gilda también. Kirchner espera pacientemente su lugar. Así que, ¿por qué no Hugo Chávez?
“Los hombres crean dioses a su propia imagen, no sólo en cuanto a su forma, sino también a su modo de vida”. “Durante la etapa primitiva de la evolución espiritual del género humano, la fantasía de los hombres creó dioses a su propia imagen”. La primera frase fue atribuida a Aristóteles y la segunda a Albert Einstein. No es necesario agregar nada para dejar en claro cuan fácilmente el ser humano asigna características divinas a otros seres humanos. A nuestra propia imagen, en la etapa primitiva de nuestra evolución espiritual.
Claro, una cosa es crear dioses cuantas veces nos parezca y otra es llegar a extremos como orar: “Chávez nuestro, que estás en el cielo...” Es que ahora apareció el Chávez Nuestro, con la intención de suplantar al Padre Nuestro, la oración más conocida del cristianismo. Nada más conveniente para el chavismo, en estos tiempos de estancamiento económico, de falta de productos básicos en Venezuela, que mover la atención hacia la figura del desaparecido Chávez.
Es que no se juzga a un dios ni a un santo, en él se cree. Y quien cree en Chávez cree en el chavismo, ergo en Maduro. Esa es la cuestión, hay que creer. Ya se sabe, Chávez se apareció en forma de “pajarillo” ante los ojos del mismísimo Nicolás.
Objetivamente, más allá que el “modelo” tiene seguidores y acérrimos defensores, no se pueden ocultar los problemas que vive y sufre Venezuela. No se puede negar la enorme corrupción que asola al país. El control de la administración de Justicia, convertida reiteradamente en injusticia. La violencia al acallar las protestas sociales, que han provocado ya decenas de muertos. Esto, a su vez, lleva a la debilidad de la democracia.
El aumento de la pobreza, lo que a su vez lleva a un crecimiento de la delincuencia, junto a la escasez de alimentos básicos como la harina de maíz (para las famosas arepas), la falta de suministro eléctrico, son moneda corriente más allá de la propaganda de los medios de prensa oficiales que, cual decoradores de Hollywood, muestran una Venezuela ideal, idílica, divina.
Eso. Divina. Porque, ¿cómo creer en algo que no existe en realidad? Los venezolanos día a día se enfrentan a graves problemas, pero no es cuestión de deidades. Y así como Chávez quiso equipararse a Simón Bolívar, Maduro jugó más fuerte todavía y endiosa a Chávez. Pase lo que pase, Dios está por encima de todo. En dios se cree, en Dios se espera. “No nos dejes caer en la tentación del capitalismo”. Y que el cielo los ampare.
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