Paysandú, Jueves 18 de Septiembre de 2014
Opinion | 13 Sep Hace pocos días el presidente José Mujica dejó inaugurada oficialmente la nueva planta de celulosa de la empresa Montes del Plata y en la oportunidad el mandatario fue enfático al señalar que espera poder dejar “atado un paquete”, antes de terminar su mandato, para que se construya por inversión privada una tercera planta de estas características en el Este del país, teniendo en cuenta que hay una masa forestal disponible suficiente como parta instalar un nuevo establecimiento con este objetivo.
Esta postura es abiertamente distinta a la que sostenía la coalición de izquierdas cuando era oposición, cuando se oponía enfáticamente a la forestación y a la instalación de estas industrias que consideraba de “piratas”, transnacionales que venían a llevarse las riquezas del país y hambrear a los uruguayos.
Con el paso de unos pocos años, a partir del acceso al poder de la coalición de izquierdas, este discurso se fue extinguiendo, porque precisamente era un argumento planfletario de quienes se habían quedado en la década de 1960, en la lucha de clases, el gastado “imperialismo” como bandera de lucha.
Ya con esa misma izquierda en el poder se ha instalado esta segunda planta y se va por una tercera, porque como bien señalara el presidente en la oportunidad, de lo que se trata es de trabajo e inversiones para los uruguayos, cuyas necesidades no tienen color partidario.
Enhorabuena, porque pese a que se trata solo de un proceso primario para abastecer papeleras instaladas en otros países --sería un muy buen avance contar con ellas dentro de fronteras, pero entre otros aspectos nos falta energía-- es reciclaje de riqueza y un paso más en creación de infraestructura de apoyo que se vuelca a salarios, servicios e inversiones complementarias.
A la vez ha quedado reafirmado el doble discurso, de acuerdo a como venga la mano, porque lo que ahora parece natural en cuanto a apoyar estos proyectos, antes se descalificaba por intereses político electorales --aunque todavía hay muchos que levantan esas banderas--, lo que da la pauta de que no hay verdades absolutas y si mucho de eslóganes, de frases hechas, de maniqueísmos, de manipulación de masas, de que una cosa está bien “cuando la hacemos nosotros”, y que está mal, es corrupta o hay intereses espurios cuando la hacen los otros.
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