Paysandú, Viernes 19 de Septiembre de 2014
Opinion | 14 Sep Paysandú, como la mayoría de los departamentos del país y como muchas comunidades a nivel internacional, pasó su recolección de residuos de domiciliaria a en contenedores, ubicados a una distancia de --en general-- una cuadra el uno del otro. La Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (Girsu) se ha venido implementando desde 2013 (en 2012 comenzó la etapa de licitaciones), en diversas etapas.
El programa contempla la recolección general, sin clasificar, de los residuos domiciliarios y no está habilitado para residuos comerciales, podas, deshechos de construcción o restos de mudanzas. Los contenedores tienen una capacidad para 1.100 litros y fueron instalados con la intención de mejorar la higiene comunitaria, eliminando el problema de las bolsas de residuos rotas y diseminadas por doquier.
El sistema Girsu tiene claras ventajas y de hecho la recolección por contenedores se viene cumpliendo desde hace tiempo en barrios cooperativos y edificios. En general, puede decirse que en algunas partes de la ciudad los contenedores son utilizados correctamente. De hecho, la mayoría de los vecinos no solo han incorporado rápidamente el sistema, sino que lo utilizan adecuadamente, colocando los residuos dentro del contenedor.
No obstante, especialmente en el centro de la ciudad, los contenedores desbordados hacen que los vecinos que se enfrentan a esa situación comiencen a dejar la basura en los alrededores de las volquetas. Para peor, algunos comerciantes no tienen mejor idea que usar los contenedores para sus deshechos comerciales, especialmente cajas y papeles en grandes volúmenes, así como sillas rotas, monitores, etcétera, por lo que el vecino que lega con su bolsita de desechos orgánicos no tiene más remedio que dejarla afuera, transformándose así en “alimento para perros callejeros”. A eso, por si fuera poco, se suma la total desidia de muchos hurgadores que sacan los residuos de los contenedores, seleccionan aquello que les puede generar un ingreso y dejan el resto esparcido en la vereda o calle.
El sistema es bueno, pero es imprescindible que se tomen medidas urgentes para evitar su mal uso. Y desde que quienes actúan en perjuicio del programa son actores diferentes, también diferentes podrían ser las soluciones. De hecho, en muchas ciudades se ensayan acciones diversas con el mismo fin. En España, por ejemplo, se multa a quienes arrojan basura fuera de los contenedores o la retiran de ellos.
Más cerca, en Montevideo, concretamente en el municipio CH (Punta Carretas, Pocitos y Villa Biarritz), un concejal planteó la figura del “vecino atento” o de “jefe de manzana”, incentivando la denuncia de los vecinos al constatar mal uso del sistema de residuos domiciliarios.
Por otra parte, en un rango de una solución más global (en la medida que la ciudad no tiene como único problema el mal uso de los contenedores de residuos), se puede pensar --mejor dicho, se debería pensar-- en el uso de una tecnología que pueda también aportar elementos de juicio en accidentes de tránsito, o perseguir culpables de arrebatos, peleas callejeras o robo de cables del alumbrado público, por citar algunos ejemplos. Algo de eso se planea, en el sistema de cámaras de seguridad que se aspira a colocar en el centro de la ciudad, para mejorar la seguridad ciudadana.
Ciertamente, el principal problema de este sistema no es el costo de las cámaras de seguridad --hoy las hay muy baratas-- sino su centralización y su monitoreo, lo que si tiene costos adicionales de consideración.
Pero algo fácil y sumamente económico se podría implementar si se piensa sólo para cosas puntuales, por ejemplo el vandalismo en un espacio público o, a lo que nos referíamos precisamente, el uso incorrecto de las volquetas de residuos. Se nos ocurre que la tecnología de una cámara de fotos de sólo 50 a 70 dólares --precio de China, obviamente; pero a la Intendencia le costaría lo mismo, puesta acá, porque no paga impuestos y el envío es gratis-- es suficiente para estos propósitos. La idea es esconder una microcámara de esas, camuflada en algún árbol o hendija en la pared o monumento cercano a un contenedor “problemático” o un punto donde “espontáneamente” se forman basurales, tomando automáticamente fotos cada determinado tiempo –15 o 30 segundos, quizás--, y pasar a levantarla al otro día. Seguramente eso bastará para tener una idea de quién obra mal, y si no hay forma de determinar responsables porque la matrícula del automóvil no se ve claramente u otro motivo, igual se puede publicar la foto en Internet u otros medios para que alguien lo identifique y comunique a la Intendencia esa información, que servirá para sancionar al mal vecino.
Todo esto es posible con una baja inversión: con 3.500 dólares se pueden adquirir más de 50 cámaras como estas, que al fin y al cabo son más baratas que una papelera de plástico como las que hace unos años había en 18 de Julio. Por otra parte, no es necesario conectar nada a ninguna “red”, porque alcanza formar una pequeña “policía municipal” que se encargue de instalar las cámaras --cuando nadie los vea en la tarea--, levantarlas al otro día y ver las imágenes. Afortunadamente Paysandú todavía es una ciudad bastante chica; obviamente en San Pablo, Ciudad de México o hasta Montevideo esta idea sería descabellada.
Por cierto que mucho se podría lograr sin ningún implemento tecnológico, solo mirando las boletas y direcciones que están a la vista entre las montañas de basura que dejan los comercios en los contenedores. Con eso solo alcanza para multar a la empresa. Pero de nuevo, para eso es importante que exista un grupo --pequeño-- de funcionarios haciendo la tarea.
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