Paysandú, Viernes 26 de Septiembre de 2014
Opinion | 19 Sep Los serios problemas de un Mercosur que nunca alcanzó a colmar expectativas y que por el contrario, con los años ha llevado a sumar frustraciones y conflictos nunca resueltos o moderados por tribunales de arbitraje que no han funcionado siquiera a medias, es factor determinante para que Uruguay, altamente dependiente de los vaivenes internacionales y de su comercio exterior, evalúe alternativas de inserción y de diversificación, con resultados todavía inciertos.
Los dos gobiernos del Frente Amplio han sido notoriamente unidireccionales en cuanto a priorizar el Mercosur --que ha sido cuna de amiguismos y “solidaridades” entre presidentes con afinidades ideológicas, pero donde en cambio han primado los conflictos de intereses-- y se ha encontrado con que los problemas no solo no se han reducido, sino que se han potenciado y además reafirmado el corsé que limita posibilidades de celebrar acuerdos con otros países, de lo que es un ejemplo la negativa a que se habilite la suscripción de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos.
Ante la proximidad de las elecciones nacionales, a poco más de un mes, es oportuno conocer la visión que tienen los candidatos presidenciales de los respectivos partidos en cuanto a incorporar otras alternativas en la relación comercial del Uruguay, y en este contexto, a priori se percibe que los candidatos presidenciales uruguayos, con matices, son favorables a un acuerdo de libre comercio con los países del Pacífico.
Entre estos, el candidato colorado Pedro Bordaberry es el más jugado a un acuerdo como el del Trans-Pacific Partnership (TPP), e indicó que nuestro país debe avanzar en ese camino, al punto de que si el Mercosur se lo impide, debe irse del bloque regional. Precisamente la decisión 32 del Mercosur impide celebrar acuerdos con terceros países sin autorización del bloque. “Uruguay ha dejado pasar varios trenes. Estamos encerrados adentro del Mercosur cuando el mundo entero va a otro lado”, dijo el presidenciable colorado en la Expo Prado, durante un evento organizado por las cámaras empresariales.
Enfatizó que “se vienen los mega TLC. Para 2020 el 80% del comercio mundial va a estar regido por TLC y nosotros seguimos mirándonos el ombligo. No nos estamos perdiendo un tren, nos estamos perdiendo la vida, el futuro”. En la misma línea Luis Lacalle Pou fue algo más cuidadoso en su apoyo al TPP, pero de todas formas dejó entrever que lo concretaría si le conviene a Uruguay. Consideró que el país no puede quedar atado al Mercosur, pero no dijo que de no ser así debería abandonar el bloque.
Pablo Mieres, del Partido Independiente, evaluó que debería suscribirse el TPP, porque Uruguay no puede quedar afuera de una “cosa gigantesca. Implica la participación de los principales actores de escala planetaria. Es muy potente”, y aseguró que al estar los principales competidores agroindustriales de Uruguay, es importante que el país se sume.
“Ese es el camino que tenemos por delante. Es más decisivo porque allí están nuestros mayores competidores. La oportunidad está, porque EE.UU. quiere darnos la entrada y eso no se puede despreciar”, indicó.
Por su lado el aspirante del Frente Amplio Tabaré Vázquez, si bien no cerró la puerta para tratados como el TPP, reafirmó que en su óptica la prioridad debe mantenerse en la región y que no se plantea en absoluto abandonar el Mercosur. Igualmente evaluó que hay que trabajar en el bloque para lograr un “regionalismo abierto” que permita “a los socios de menores economías” negociar no solo dentro del Mercosur, sino también con el resto del mundo.
“Son tratados que están comenzando a funcionar y cuyos ingredientes profundos no están definidos y no conocemos. Los tenemos que seguir de cerca y si llega el momento y es oportuno para Uruguay, consideraremos la oportunidad de incluirnos en estos tratados”, sostuvo. Hay por supuesto diferencias en cuanto a las visiones, porque por ejemplo en la izquierda hay planteos contrapropuestos en cuanto a la perspectiva de suscribir un acuerdo con la Alianza del Pacífico, con grupos que cuestionan la influencia de Estados Unidos en ese acuerdo, y consideran que el “imperialismo norteamericano” lo maneja a voluntad y de acuerdo a sus intereses, reiterando la vieja dicotomía ideológica de los años 50 y 60, aunque descaradamente aprueban cualquier arbitrariedad si viene de los compañeros ideológicamente alineados, que por supuesto juegan para sí y no han dudado una vez en enterrarnos comercialmente cada vez que tuvieron oportunidad.
No es un secreto para nadie que el Mercosur se ha limitado a ser un bloque cerrado en el que sus países comercian entre sí, pero con una visión hemipléjica, donde no se han generado verdaderos ámbitos de integración y de complementación, y en cambio se han promovido acuerdos político ideológicos en temas puntuales como la suspensión de Paraguay y el ingreso de Venezuela, por encima de las normas que regulan el acuerdo.
De ahí el justificado desencanto y aprensiones en torno a un acuerdo que concitó en su momento expectativas tal vez desmedidas, a la luz de la experiencia, confiando en que contribuiría decididamente a mejorar la calidad de vida de los pueblos de la región, y que al obrar como corsé es un factor limitante para la diversificación y búsqueda de oportunidades si no se generan las alternativas entre bloques que se están manejando. Es de esperar que se llegue a buen puerto en esta materia, y que sea pronto, porque las oportunidades no esperan.
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