Paysandú, Sábado 27 de Septiembre de 2014
Opinion | 20 Sep En Rusia la llaman la “heroína anónima”: se trata de una mujer que tripula una moto, provista con un casco con una cámara de las denominadas “GoPro” y se encarga de darles una lección a los automovilistas que sorprende cuando arrojan bolsas con basura desde sus vehículos a la calle.
Un video al respecto, que circula en Internet, captado naturalmente desde la moto por la propia mujer, revela las incursiones de la “vengadora” que sale en defensa de la higiene de los ciudadanos, y les arroja la basura al interior de sus autos porque “yo quiero vivir en una ciudad limpia”, según dice la mujer.
Más allá de lo novelesco y original de la forma en que esta ciudadana se ha puesto sobre sus hombros una tarea tan titánica como simbólica, revela en alguna medida que en todos lados se cuecen habas, aunque naturalmente en los países desarrollados, y sobre todo Europa, hay un sentido de la responsabilidad que cada uno tiene como ciudadano para preservar la higiene del lugar donde vive, que es un modelo si lo comparamos con otras realidades, como las de nuestro país y en el caso concreto de Paysandú.
Es cierto, una “heroína” en moto en nuestra ciudad que se encargue de “devolver” intempestivamente la basura a los cientos de autos y camionetas que arrojan desechos a cualquier hora del día y de la noche por calles y terrenos de la planta urbana y la periferia tendría una tarea imposible, porque hasta Superman no daría abasto para multiplicarse y estar en varios lados a la vez.
Lamentablemente, estamos ante un problema cultural que se arrastra desde tiempos inmemoriales, porque va con nuestra idiosincrasia, pero también tiene que ver en los últimos años con la progresiva pérdida de valores y la impunidad manifiesta que tienen quienes cometen este tipo de infracciones contra la salud de la población y la higiene de la ciudad.
La impunidad, la desaprensión y la irresponsabilidad se conjugan en este tema, donde sin dudas además del déficit en la educación, tiene mucho que ver la ausencia de controles reales por las autoridades, por más intentos bien intencionados que se hagan, como la instrumentación gradual del Girsu, a través de la instalación de contenedores en los que los vecinos pueden depositar la basura a cualquier hora.
Pero, cuando hay de por medio este factor cultural e impunidad, no es garantía de que se erradique la basura en esos lugares, por cuanto en torno a la volqueta suelen formarse verdaderos basurales endémicos.
En fin, de lo que se trata es que no hay sistemas a prueba de irresponsables o vándalos, y que solo los controles y las sanciones podrían poner algún freno a esta situación, a falta de la “heroína” rusa.
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