Paysandú, Miércoles 08 de Octubre de 2014
Opinion | 06 Oct El notorio descenso del nivel de la campaña electoral se profundiza a veinte días de las elecciones nacionales y el cruce ofensivo se acelera, enmarcado en una campaña escasa de propuestas y nula de debates entre candidatos con verdaderas chances de gobernar, según las encuestas.
El lenguaje cruzado alcanza incluso a las empresas encuestadoras, cuyos resultados son cuestionados hasta imputarles intencionalidad, salvo cuando los resultados son auspiciosos para determinados objetivos. Un ejemplo: si disminuye el porcentaje de intención de votos en el Frente Amplio, entonces la empresa está direccionada, pero si realiza una compulsa sobre los intereses de los uruguayos y allí aparece que la educación representa un 13% de las prioridades ciudadanas, entonces la gran prensa que “daba manija” acerca del tema, estaba equivocada y las políticas al respecto van por buen camino.
En fin. Los resultados y las sensibilidades políticas se llevan al extremo de la exageración en un período donde además el presidente de la República se encuentra en campaña y utiliza sus audiciones para contestarle a los candidatos opositores, cuando la Constitución ubica su investidura por encima de ellos y lo inhibe de tal actitud.
Utilizar los errores ajenos para una mejor ubicación personal o responder ante cualquier alusión son comprensibles y forman parte de los gajes de un oficio que se reitera cada cinco años; sin embargo, bajar a lo soez nos hace pensar en el mensaje que dejan a los niños y adolescentes que escuchan. Es esa población que en tantas ocasiones se la menciona como “el futuro” cuando sin dudas son “el presente”, tan activo y que lo será aún más, conforme acceden a las nuevas tecnologías. Es también la generación a la que apuntan la necesidad de inculcar valores, porque algún día les tocará tomar decisiones y gobernar.
Se pueden comprender los cambios de estrategias en el juego político, pero la pregunta es si el vale todo abarca a las agresiones verbales, cuando diversas organizaciones se movilizaron en todo el país para que tengamos “un trato por el buen trato”. Si el presidente, o un candidato a presidente, o un cuerpo de dirigentes políticos avala y apoya lo que dijo el mandatario o el presidenciable en cuestión, entonces no está mal y cualquiera puede decir lo que quiera, aunque esto sin dudas “no cambie el reloj de la historia”.
Pero estas vueltas de cuerda, que nos son nuevas, un día van a romper el reloj que ya está marchando a destiempo y marcando un ritmo de intolerancia tal que resulta inadmisible.
Esta es una campaña intolerante, desprolija y por momentos atrevida para cualquiera que ose opinar lo contrario. Tal vez no es lo que esperaban José Batlle y Ordóñez, Wilson Ferreira o Líber Seregni sobre aquel futuro que veían en sus horizontes cercanos.
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