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Paysandú, Sábado 11 de Octubre de 2014

Noble animal

Opinion | 05 Oct “Los caballos nunca dicen ‘no’. Ellos dicen ‘esto es demasiado’. Si pides mucho y el caballo no está preparado para hacerlo, lo mejor es pensar con lógica y encontrar el por qué no puede hacer lo que le pides”, decía el rumano Georg Theodorescu, jinete olímpico y maestro de la doma clásica.
Estas pampas sureñas se descubrieron, conquistaron y poblaron con la ayuda del fiel animal que ha sabido de cargas y esfuerzos indescriptibles, sin recibir mayores reconocimientos que buenas pasturas ni otros halagos que algunas epopeyas que grandes plumas americanistas han resaltado con enorme talento.
Su nobleza requiere un nivel de respeto similar al que brinda, unidad de pensamiento para conocer su actuar, destreza en su manejo e hidalguía en el trato. Esos valores que los mayores solían transmitir a las generaciones siguientes, son los mismos que se utilizan para entrenar y lograr resultados deseados. Pero si el mensaje no se entrega a tiempo a esas jóvenes generaciones y una marcha a caballo se transforma en costumbre, entonces quedará trunco su espíritu y el cerno se ablandará de tal manera que cualquier actitud dará lo mismo.
Si un jinete conoce su caballo sabe que rendirá ante una cabalgata tranquila, en tanto no todos responderán como el mejor parejero. Si el animal se toma una vez al año para una carrera sin preparación, entonces caerá rendido en medio de la carretera y no habrá lamento que le devuelva la vitalidad. Incluso si su vejez o preñez es notoria no será recomendable esos periplos desacostumbrados para estas especies que no están entrenadas para largos trayectos.
Es así que aquel jinete olímpico sugería usar la lógica para entenderlo, sin embargo, a veces al ser humano le gana la emoción con las historias épicas y deja poco espacio para el razonamiento. Aunque se reconozca que “siempre mueren uno o dos” en esas cabalgatas extensas, no hay explicación para tanta irresponsabilidad.
Si cualquier animal cumple la función de trabajar o acompañar al hombre que lo domina, entonces será su responsabilidad reconocer hasta dónde puede hacer lo que le pide.
El caballo “nunca dirá ‘no’” y seguirá marchando a la Meseta de Artigas o hacia donde lo lleve la mano experta o inexperta, solo habrá un espacio para pensar si llegará o no resistirá en el camino y allí se sabrá diferenciar cuál de los dos --hombre o animal-- mantuvo la nobleza para la cual fue creado.


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