Paysandú, Martes 14 de Octubre de 2014
Opinion | 14 Oct “Con los costos existentes actualmente es inviable crecer en agricultura, es más, es probable que corramos el riesgo de que decrezca”, sentenció el ingeniero agrónomo Gustavo Grobocopatel, principal de Negocios del Plata (ADP), considerado el “Rey de la soja”, durante su visita a Paysandú para inaugurar la sede en nuestro medio de esta empresa.
Las reflexiones del inversor vienen a cuento de la evolución del escenario internacional para los granos, en este caso la soja, que ha acusado un fuerte boom en Uruguay desde hace varios años, a partir del alza mundial de los precios que alentaron inversiones, y por otro lado el hecho de que las políticas que se han desarrollado en Argentina por las administraciones de los Kirchner hicieron que muchos productores e inversores del vecino país se trasladaran a Uruguay para aprovechar las mejores condiciones tributarias de este lado del río.
El empresario evaluó, consultado por EL TELEGRAFO, que en los últimos tiempos se ha asistido a la “caída de los precios de los productos, y esto obliga a reflexionar al productor sobre cómo encarar el negocio de aquí para adelante”.
Consideró que previamente al 2003, crecían y decrecían las hectáreas sembradas en el Uruguay, pero a partir de ese año “hay un período de extensión, principalmente en las zonas más productivas, y una tendencia a crecer en áreas nuevas, en las fronteras, o como ser en zonas más retiradas de los puertos o centros de consumo o tierras de calidades inferiores”.
Más allá de las desventajas de Uruguay respecto a competidores por la diversidad de suelos para la explotación agrícola y en este caso particular la soja, Grobocopatel evaluó que como contrapartida los cultivos en nuestro país se encuentran más cerca de los puertos, pese al elevado costo de los fletes, a la vez de tener una carga impositiva menor que Brasil y Argentina, “lo que compensa las desventajas naturales que tiene el país”.
Así y todo, pese a estos factores favorables, cosechas abundantes en Estados Unidos, así como también en Argentina y Brasil, determinan una caída internacional en los valores de la soja, que se mantendrá seguramente también para la próxima zafra, lo que por supuesto obliga a replantear la ecuación económica de los productores.
Y así, con precios en caída, y consecuentemente de la rentabilidad, se plantea el dilema inherente a todo emprendimiento de riesgo, es decir lograr mayor producción al menor costo posible, porque ya no hay precios altos que disimulen ineficiencias, costos inflados y “costo país”, haciendo por ejemplo que para los productores que no son dueños de la tierra el panorama resulte mucho más difícil, al igual que en el caso de la contratación de maquinaria y mano de obra.
Es el eterno dilema del agro en todos sus rubros, porque dependemos de los avatares de los mercados internacionales: cuando los precios cubren generosamente los costos internos, se manifiesta inversión y se echa a andar el motor de la economía en base a producciones primarias, y cuando la cosa es al revés, en períodos de baja, nos encontramos con que mucho de lo que se creía consolidado era espuma.
Lo trae a términos de lógica pura Horacio Busanello, técnico del mismo grupo ADP, cuando reflexiona que con baja tecnología “cuando en la ecuación del precio por cantidades valor ya se cayó es suicida. Hay que poner más tecnología para tener más kilos. Cambiar la mentalidad”, a la vez de advertir que “hoy hay que ser más cuidadoso en la tecnología, en los costos, y pensar que esto no es algo que se revierte tan fácilmente, ni que hay una varita mágica salvadora en el futuro”.
El escenario que se plantea hoy con la soja no es una sorpresa para quienes han seguido la evolución de los mercados, porque la caída en los valores ha sido sistemática en los últimos meses, y como bien lo han advertido los técnicos e inversores, el panorama nunca está consolidado, sino que hay ciclos, con un componente de equilibrio entre oferta y demanda que en esta coyuntura aparece como desnivelada por un aumento de producción mundial que repercute en la cotización de la oleaginosa, pero en un escenario que se da también en otros granos.
La cadena forestal también se ha visto afectada por la tendencia a la baja en precios de la celulosa, por ejemplo, por mencionar otro rubro que ha tenido un crecimiento explosivo en el Uruguay, y de lo que se trata es precisamente de asumir que nuestra histórica agrodependencia, basada en productos primarios --que no ha cambiado en absoluto en los últimos 40 años--, es un factor que tiene sus pro y sus contra, porque por un lado se aprovechan ventajas comparativas a las que es preciso potenciar con infraestructura, y por otro se acentúan vulnerabilidades porque se alientan escenarios procíclicos que tienden a derrumbarse cuando los mercados internacionales se enlentecen.
Ello indica que es preciso potenciar fortalezas y atacar debilidades, por ejemplo a través de políticas económicas contracíclicas para contar con recursos que tiendan a minimizar impactos como el de la baja de precios, en tanto los propios productores se acomodarán a la nueva realidad, reduciendo la superficie de siembra a las áreas más cercanas a los puertos y de mejores suelos, con mayor productividad.
Ello da la pauta de la naturaleza intrínseca a de las inversiones de riesgo, que representan los ingresos y la generación de riqueza genuina del país, y de la importancia de contar con un Estado ágil y liviano que esté para apoyar a los capitales que asumen desafíos en acometimientos de riesgo, en lugar de buscar mil y una formas de aplicarles impuestos para financiar su sobredimensionamiento e ineficiencia.
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