Diario El Telégrafo | Paysandú | Uruguay

Paysandú, Viernes 17 de Octubre de 2014

Todos incluidos

Opinion | 15 Oct En plaza Constitución se ha desplegado una exposición que presenta, con una mirada intimista, un acercamiento a la discapacidad. “Una muestra para ver con el corazón”, del fotógrafo Gastón Graña, expone en fotografías diferentes aspectos de la discapacidad y los discapacitados, a partir de aquellos atendidos por la Fundación Teletón, que solamente de Paysandú asiste a 129 personas.
En una sociedad donde el más preciado bien es el tiempo, cada vez más escaso, y con la manifiesta necesidad de aumentar las horas de trabajo para poder por un lado cumplir con las obligaciones materiales comunes (alquiler, vestimenta, alimentación, educación y otras) pero por otro para poder acceder a esos sueños creados por una sociedad de consumo feroz e impiadosa, hay realidades que no se ven fácilmente.
Una de ellas es la discapacidad, que todavía sigue siendo una curiosidad debido a que son una manifiesta minoría. La velocidad con que se vive hoy, que ni siquiera nos permite reflexionar para qué nos apuramos tanto, no deja espacio para preocuparnos por temas generales si estos no nos tocan de cerca, para el caso si no tenemos una persona discapacitada en nuestra familia.
Esta muestra, que apenas si pide unos minutos de nuestro preciado tiempo, disfrutando del primaveral clima, nos introduce en un tema que decididamente forma parte de la vida, porque nadie está libre de sufrir una discapacidad, más allá que la Fundación Teletón pone su esfuerzo en los niños discapacitados.
Alguna vez mal llamados “con capacidad diferente”, los discapacitados deben ser considerados --porque lo son-- parte activa de nuestra sociedad, en la medida que pueden tener una discapacidad, pero pueden hacer buen uso del resto de sus capacidades como cualquiera que no tenga discapacidad.
De hecho, el tener una discapacidad potencia otros sentidos, por ejemplo. El cuerpo humano, en su maravillosa concepción, sabe adaptarse y compensar aquello que falta. De hecho, hay mucho para aprender de quienes tienen alguna discapacidad.
En primer lugar, su coraje para enfrentar una vida en una sociedad que sigue sin pensar racionalmente en ellos, por ejemplo porque en muchos lugares no hay facilidades para desplazarse adecuadamente. También porque al tener que enfrentarse a un desafío mayor, descubren cuán lejos pueden llegar. Y porque se hacen cargo de una discapacidad y saben que aun así son útiles y necesarios para la sociedad que corre sin meta a su alrededor.
La inclusión necesita dejar de ser un objetivo, una palabra de discurso, y convertirse en algo común, cotidiano y simple. Como esa lucha por conseguir el nuevo modelo de teléfono celular. O el plasma más grande y de menor espesor. Hay que apuntar a las cosas que realmente valen. Sin ir muy lejos, una sociedad que necesita de todos, más allá de sus capacidades, pero aprovechando cada una de ellas al máximo.


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