Paysandú, Viernes 17 de Octubre de 2014
Opinion | 17 Oct “Necesidades insatisfechas”. Una frase que ciertamente depende del cristal con que se mire. ¿Con respecto a qué? Puede ser la imposibilidad de cambiar el vehículo, de comprar un televisor más grande, de adquirir un videojuego más moderno, de cambiar los muebles de la cocina, de viajar durante las vacaciones. Pues sí, son necesidades insatisfechas, especialmente en la moderna sociedad que ensalza las posesiones como bien fundamental.
Pero en verdad, hay otras necesidades insatisfechas mucho más importantes. La imposibilidad de alimentarse adecuadamente, sin ir más lejos. O de tener ropa decorosa. O zapatos.
Ese grupo de personas que el resto mira con cierta curiosidad mientras buscan en un contenedor de residuos lo que otros descartaron para poder alimentarse. Desarrapados, los desheredados de la sociedad del tanto tienes tanto vales, viven en la pobreza. En todas partes del mundo, en los países más desarrollados como en los más comprometidos en su desarrollo.
Desde 1993, cuando la Asamblea de las Naciones Unidas aprobó la resolución 47/196, se conmemora el 17 de octubre el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Y más de veinte años después se hace necesario no abandonar el esfuerzo, continuar llamando la atención de todos, pero especialmente de los poderosos, en este día tan especial.
“No dejar a nadie atrás: pensar, decidir y actuar juntos contra la pobreza extrema” es el lema de este año. Esa es la clave que la sociedad sigue sin comprender, entusiasmada con dividir para reinar. Dividir por razas, por creencias, por inclinaciones partidarias, por niveles económicos. Los unos para este lado, los otros para el otro.
Mucho se habla de inclusión, pero seguimos dividiendo según pasan los años. Y eso es lo que sigue haciendo un mundo desigual, cuando sí existen recursos suficientes para que todos vivamos con las necesidades básicas totalmente satisfechas. Es el propio ser humano que aunque difunde buenas ideas e intenciones, no logra concretar el sueño de un mundo justo para todos.
Hoy la pobreza no será erradicada. Tampoco mañana. Pero al menos que este día sirva para reflexionar, para pensar lo que cada uno puede hacer para mejorar la situación. Lo que unos consideran “sobras”, si se mantiene la higiene, puede ser el pan de otros. Los muebles que descartamos, pueden ser usados por quienes no tienen. Y así por el estilo.
No se erradica la pobreza con estas simples acciones, pero se puede alcanzar buenas prácticas de convivencia, donde la mano extendida sea el santo y seña y donde el pensar en el semejante no por lo que nos puede dividir sino por lo que nos une indisolublemente --humanos somos todos-- pueda hacer una sociedad mejor, donde convivir buscando el bienestar común.
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