Paysandú, Miércoles 22 de Octubre de 2014
Opinion | 15 Oct Con la presencia de las máximas autoridades nacionales encabezadas por el presidente José Mujica a partir de hoy, Paysandú está viviendo dos jornadas históricas, ante la inauguración de dos emprendimientos correspondientes al ámbito estatal -–uno en el derecho privado, la planta de ALUR-- que tienen como común denominador apuntalar procesos productivos disímiles que se encuentran ya en marcha, concretamente las nuevas obras en la planta de Portland de Ancap y la nueva planta de etanol de ALUR S.A., en el marco de las celebraciones por los 83 años de Ancap.
Ayer fue puesta en marcha oficialmente la nueva planta de molienda de coque, que según el director de Ancap Juan Gómez “es un sueño hecho realidad”, y que “para nosotros es muy importante seguir mejorando la industria cementera, que es donde se inscribe esta obra”. Recordó que la nueva planta de molienda “va a permitir sustituir el fuel oil por coque, cuya tecnología es líder en el mundo y asegura el menor impacto ambiental, con lo cual además vamos a ganar en calidad de medio ambiente.
Pero fundamentalmente vamos a tener un ahorro económico muy importante, que puede estimarse en un millón de dólares mensuales para la planta sanducera”. Gómez dijo que para la planta de molienda de coque se invirtieron unos 50 millones de dólares, mientras que en la planta de bioetanol se volcaron unos 150 millones, lo que hace un total de 200 millones de dólares entre las dos plantas. A la vez, hoy se inaugura la planta de bioetanol que ALUR S.A. construyó en un predio de 22 hectáreas adyacente a la planta de combustibles de Ancap, que apunta a procesar unas 200.000 toneladas anuales de cereales para la producción de etanol para la mezcla con naftas en un 10 por ciento, a partir del procesamiento de sorgo, maíz, trigo y cebada cultivados en una amplia zona cercana, lo que evidentemente constituye un emprendimiento productivo que se apoya en materia prima para la que el país y la zona tienen ventajas comparativas para producir.
Este aspecto marca una diferencia sustancial con el el emprendimiento sucroalcoholero de Bella Unión en base a caña de azúcar, que es un cultivo de zonas tropicales, y que por lo tanto es de muy escaso rendimiento y resulta muy afectado por avatares climáticos que se dan en nuestro país, como las heladas.
Igualmente, en el caso de la planta de cemento se espera -–o por lo menos el Uruguay así lo espera-- que se pueda por lo menos interrumpir la constante de las sucesivas pérdidas por la producción de cemento estatal en el país, un área en la que Ancap no es monopólica y en la que por el contrario tiene competencia. Por lo tanto, no tiene la posibilidad de fijar precios a su antojo, sino que debe nivelarse y tener en cuenta los costos del competidor privado, lo que ha llevado a que precisamente se pierdan decenas de millones de dólares anualmente por su ineficiencia y altos costos de producción, escasa productividad y problemas de gestión.
En el caso de este emprendimiento de ALUR la cosa es diferente, por cuanto está de por medio la apuesta a una materia prima que se da generosamente en la zona y sobre la que hay experiencia en nuestros productores, con costos razonables. Ello con el agregado de que conlleva por un lado sustituir parcialmente el combustible fósil de petróleo con una producción de origen nacional, con costos que no necesariamente son menores que el combustible importado pero que tiene como ventaja el redistribuir divisas que se irían al exterior y así favorecer la actividad en el sector productivo e infraestructura de apoyo, lo que no es poca cosa.
Y más allá de la polémica en torno al presunto sobrecosto que ha tenido la obra, teniendo en cuenta denuncias de que este emprendimiento se podría haber concretado con la mitad de la inversión de 140 millones de dólares, no puede discutirse la significación del acometimiento en las áreas a que nos referimos, que implica aportes positivos para el país, el departamento y la región.
Pero naturalmente, ello no obsta para inferir que estamos ante inauguraciones que se han apresurado a toda costa, y por lo tanto se corta la cinta de plantas que en el caso de la de ALUR todavía dista de poder entrar en producción plena, donde solo se va a producir etanol en principio, porque sin dudas se ha buscado el golpe de efecto electoral, al hacerlo a escasos diez días de las elecciones nacionales, de la misma forma en que se decidiera inaugurar un hospital con los albañiles todavía trabajando adentro, porque está sin hacer prácticamente toda la caminería y otras obras complementarias fundamentales para el funcionamiento y accesos adecuados a la planta.
Es decir, decisiones político-electorales que no son novedosas tanto en el orden nacional como departamental, porque lo han hecho gobiernos de todos los partidos cuando han tenido la posibilidad, y se apresuran obras contrarreloj con tal de arrimar agua para el molino propio, tratando de provocar impactos positivos en la ciudadanía aunque en realidad son en gran medida todavía testimoniales y representan más una entrega a cuenta que de inauguraciones efectivas.
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