Paysandú, Martes 28 de Octubre de 2014
Opinion | 21 Oct De acuerdo a estudios de organismos internacionales, la década de bonanza que ha vivido América Latina ha permitido que aumentara el número de integrantes de la clase media, en un subcontinente donde por muchos años decenas de millones de personas han vivido por debajo de la línea de pobreza, y ha presentado abiertas asimetrías en cuanto a la situación social de su población.
Una de las características era el bajo porcentaje de clase media en relación con el total de la población, con diferencias sustanciales entre países, aunque siempre debe tenerse presente que no es lo mismo en cuanto a su perfil la clase media en Ecuador, Brasil o Uruguay que en Estados Unidos o Europa, ante abismales diferencias en calidad de vida en general, y seguramente sectores menos favorecidos en los países del primer mundo podrían ser considerados de clase media por nuestras latitudes.
En diez años, más de 50 millones de latinoamericanos salieron de la pobreza --por lo menos en las estadísticas-- y en este contexto han accedido a ingresos individuales de entre 10 y 50 dólares por día, de acuerdo al Banco Mundial, lo que en nuestros países es considerado por el organismo internacional como un ingreso aceptable.
Augusto de la Torre, economista en jefe del Banco Mundial para América Latina, advirtió que “lo que llamamos clase media es un 30 y pico por ciento de la población, que ahora tiene la capacidad económica y el poder adquisitivo de comprar bienes durables, refrigeradores, licuadoras, televisores, automóviles”, entre otros bienes, además del acceso a servicios como Internet.
Igualmente, advirtió que esta mejora también ha generado frustraciones, desde que estos sectores no han accedido a la consecuente mejora en los servicios, y explicó así que “el poder adquisitivo se adelanta a la calidad de los servicios públicos”, incluyendo nada menos que la salud, el acceso a la vivienda y la educación y formación como profesional.
Estos reclamos tienen también que ver con la evolución de los procesos electorales en los respectivos países, y ello explica por ejemplo, a juicio de observadores, los movimientos populares que se registraron en Brasil poco antes del Campeonato Mundial de Fútbol para exigir mejoras en los servicios públicos y que también explica en buena medida el crecimiento de la oposición de cara al balotaje del domingo en la vecina nación brasileña.
El sociólogo de la Universidad de La Plata Gabriel Kessler, sostuvo a su vez en torno a esta problemática, según da cuenta El Observador, que “la clase media se transforma en ciudadanos demandantes”, debido a que “los bienes colectivos como la educación, la salud, los transportes, no mejoran al igual que su acceso al consumo”. Es decir que se pone de manifiesto como nunca la insatisfacción ante la mala calidad de los servicios cuando éstos resultan caros para sectores de la población que aspiran a ir a más, los que a la vez acentúan las críticas de cara a este escenario, y lo explicó el catedrático al señalar que “se apostó demasiado al consumo individual y no se apostó tanto al mejoramiento de las infraestructuras y bienes colectivos como la salud y la educación”, cuando además de esta insatisfacción se está ante una desaceleración de la economía que podría generar en mayores frustraciones.
Es que la clase media como tal es ni más ni menos que gente que vive de su trabajo, por lo general de buena calidad teniendo en cuenta el promedio de la oferta laboral, con buenos ingresos promedialmente, y que por lo tanto depende de la buena marcha de la economía, por lo que un cambio significativo en la coyuntura podría ser determinante para que la nueva clase media se retrotraiga a niveles anteriores de la última década.
Así, Brasil y Argentina acaban de entrar técnicamente en recesión y el Fondo Monetario Internacional (FMI) predice un crecimiento regional del 1,3 por ciento para este 2014, que es el menor desde 2009, lo que constituye un contexto preocupante para una clase media realmente frágil, según la evaluación que agrega Olivier Dabene, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas en Brasil y presidente del Observatorio Político para América Latina y el Caribe (Opalc), quien explica de manera contundente y ajustada a la realidad que “no es lo que llamaríamos en Europa una clase media, sino personas que accedieron al empleo formal y permanecen en una situación vulnerable, pudiendo volver a caer rápidamente en la pobreza en caso de perder un empleo”.
Y este es el punto, precisamente, porque cuando la economía decae, inmediatamente este factor repercute en el esquema socioeconómico, y los sectores más vulnerables caen peldaño a peldaño, y sobre todo los que salieron de la pobreza en base a programas sociales de perfil asistencialista, pierden rueda inmediatamente por la falta de sustentabilidad de estas políticas.
Lo que indica que si bien se ha ganado en redistribución en una década favorable, la vulnerabilidad sigue vigente, en prácticamente todos los casos, y esta es la mirada retrospectiva que debería priorizarse para trabajar sobre el desarrollo, la sustentabilidad, la educación, la creación de fuentes de trabajo genuinas, para tratar de crecer sobre cimientos y no sobre arenas movedizas.
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