Paysandú, Viernes 31 de Octubre de 2014
Opinion | 25 Oct La veda proselitista en Uruguay, enmarcada en la ley electoral, es antigua y funciona a contrapelo de las nuevas generaciones. La normativa fue creada cuando la prensa en papel, la radio y la televisión eran los únicos medios de comunicación existentes para una población acostumbrada a medirse bajo otros parámetros sociales.
Las redes sociales atraviesan un enorme vacío legal y alcanza con observar algunos de ellos, como Facebook o Twitter, para saber que todo sigue como en el comienzo de la campaña o peor aún. La agresividad e intolerancia es tal que se valen de argumentaciones básicas y primitivas para demonizar a un candidato opositor a quien escriba. Las radios y canales de televisión quitaron los spots de campaña de los candidatos a la hora 0 del viernes en el marco de la veda proselitista, con pleno conocimiento de que la Corte Electoral no cuenta con ningún tipo de mecanismo de control para impedir que la etapa de reflexión se viole. Es así que no se prevé ninguna sanción económica, sino una pena moral, por lo tanto se apela a la honestidad y buena voluntad de los medios de comunicación. Pero como en las sociedades modernas los vasos comunicantes son heterogéneos, las identidades cambian constantemente de formas y aunque parezcan estables, resultan frágiles ante la mirada del propio sujeto; según lo plantea el sociólogo Zygmunt Bauman, las definiciones que apelan a la comunicación se diversifican de tal manera que resulta dificultoso entender el objetivo de la veda.
Medios afines que por enésima vez publican discursos alentadores a favor de su líder en plena veda, con fotografías y frases hechas entre comillas y un arsenal de adjetivaciones, confirman que la honestidad es un valor escaso en esta “modernidad líquida” y que las observaciones de la Corte han pasado al olvido.
Una recorrida por los días previos a la instancia electoral, apuntan también al primer ciudadano de este país y a su participación en la campaña, mientras el numeral 5° del artículo 77 de la Constitución, establece que “el Presidente de la República y los miembros de la Corte Electoral no podrán formar parte de comisiones o clubes políticos, ni actuar en los organismos directivos de los partidos, ni intervenir en ninguna forma en la propaganda política de carácter electoral”. Evidentemente que la opinión de una figura tan relevante en estos momentos es un guiño en la campaña cuando se dirige a los uruguayos radicados en Argentina: “Espero que vengan muchos compatriotas porque los necesitamos”.
Incluso habrá que considerar si la cartelería de cualquier tipo y tamaño instalada a comienzos de la campaña y que no ha sido removida, se incluye o no dentro de una veda y en algún sentido compararnos --ya que se ha vuelto un ejercicio común-- con otros países de la región que no cuentan con una etapa de estas características. Como Brasil, por ejemplo, que elegirá mañana a su presidente o presidenta en un balotaje con publicidad electoral hasta el último minuto y debate incluido.
En Uruguay, los presidentes de los partidos políticos con representación parlamentaria se unieron en una conferencia de prensa para apelar a la tolerancia y al normal desarrollo de la jornada cívica. Sin embargo, el término “tolerancia” vuelve a quedar tan ajustado como la “veda”, en especial en las redes sociales. Si tolerancia y normalidad significan la no ocurrencia de actos de violencia, entonces, centramos el deseo al más puro reduccionismo, nos desentendemos de las palabras y la escritura que --a veces-- resultan más provocativas que un insulto, descubrimos que esos mensajes simplemente se han transformado en un “saludo a la bandera”.
En 2015 se cumplirán tres décadas de la asunción de un gobierno democrático después de 12 años de dictadura cívico militar y antes de eso lo hará el Parlamento que surgirá mañana de la voluntad popular. El ciudadano cumplirá con su deber cívico bajo la única influencia de su conciencia y las horas de publicidad habrán servido para cimentar o desechar las propuestas difundidas.
Generalmente los mensajes han dividido a votantes y candidatos en buenos y malos y bajo esa polarización transcurre también la vida diaria. En realidad, el lunes 27 nos encontrará a todos viviendo en el mismo país, el mismo barrio y hasta en la misma casa. Un país pequeño, de raíces librepensadoras y laicas, acostumbrado a fluctuar en los vaivenes internacionales y a salir de las crisis internacionales “a la uruguaya” se debe respeto a sí mismo y a sus divergencias. Para no seguir creyendo que “pensar distinto es ser enemigos”, hace falta recordar que los regímenes totalitarios --vengan de donde vengan-- ya no tienen cabida y que el pensamiento único no enriquece en ningún sentido.
El lunes será otro día y la democracia seguirá allí para confirmarnos que las elecciones no se ganan con mayor o menor presencia en los medios, ni en las calles, ni con caravanas o comparaciones agresivas. “Somos cuatro gatos locos”, dijo el presidente José Mujica, y lo único importante es el logro colectivo de construir ciudadanía en las urnas.
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