Paysandú, Lunes 03 de Noviembre de 2014
Opinion | 31 Oct Brasil, algo así como la mitad del subcontinente, tiene doscientos millones de habitantes, más que el resto de Sudamérica. La inversión extranjera que se vuelca hacia el país (64.000 millones de dólares) equivale a la que recibe el total del resto de países. Tiene más teléfonos celulares que habitantes y más que en todo el resto del continente. Es el pulmón ecológico del planeta y la séptima potencia económica del mundo.
No obstante, las elecciones brasileñas, que se acaban de celebrar con la ajustada reelección de Dilma Rousseff, apuntalan un giro en la región. La bonanza dada por las materias primas a elevados precios parece estar llegando a su fin.
Y en el caso de Brasil, que de ninguna manera es indiferente al resto de la región, precisamente por lo antedicho, con Dilma de nuevo al mando, el país tendrá que enfrentar retos singulares. El Brasil de ayer crecía a tasas anuales promedio del 4% del PBI (entre 2003 y 2010), este año entró en recesión, con una inflación por encima de lo previsto y la competitividad y productividad son bajas, lo que repercute negativamente en el crecimiento potencial.
A esto hay que sumarle las desigualdades que la Copa del Mundo aumentó exponencialmente. El costo total de la Copa del Mundo 2014 superó los 11.600 millones de dólares, es decir, el triple que Sudáfrica 2010. Representó el 60% del presupuesto de la educación nacional en el país y el 30% del de la salud. En contraste, apenas el 14% de las carreteras brasileñas están asfaltadas. Hoy quedaron --vacíos y sin actividad-- los estadios de Primer Mundo, pero la educación, la salud y el transporte, son propios del Tercer Mundo.
Brasil no obtuvo la repercusión económica esperada con el Mundial, y de hecho debe prepararse para superar la recesión, pues la sola venta de materias primas a precios elevados, pronto será cosa del pasado.
China, el gigante asiático, de nuevo marca el camino. Junto con Corea del Sur, se ha lanzado definitivamente a la innovación y tecnología. Hoy esos dos países exportan alta tecnología en un 25% del total. Para Brasil, las mismas exportaciones significan el 10%. Y mientras China invierte el 4,4% de su monstruoso PBI en innovación, Brasil solo el 1,2%.
Para Uruguay es fundamental que Brasil goce de buena salud económica, toda vez que Argentina sigue siendo un destino complicado para nuestras exportaciones. A brasileños y uruguayos nos gusta ganar al fútbol y lloramos cuando perdemos. Lo que nos falta, es poner la misma pasión para meternos en el mundo de hoy, que generará el del futuro. Y este claramente es el de la tecnología y la innovación. Brasil debe encabezar esa nueva revolución digital. Su participación --por su poderío dentro de la región-- es clave. Porque marcará el camino que podremos seguir los de este pequeño paisito. Que no debe perder su orgullo por Maracaná, pero que debe continuar adelante.
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