Paysandú, Miércoles 05 de Noviembre de 2014
Locales | 04 Nov Aunque quien es responsable de la presente columna no es ciertamente especialista en la materia, los muchos años transcurridos desde niño, en un hogar donde las cuestiones que tenían relación con las actividades políticas estaban en el primer plano de la atención, determinaron que tal preocupación fuera desde entonces, en cierto modo por herencia, sustentada con firmeza en todos los episodios electorales del país.
En función de ello se ha de emitir opinión, pero limitada a algunos de los temas que emergen de las recientes elecciones nacionales. Concretamente, en primer término, acerca de las encuestas emitidas durante el período preeleccionario por las empresas especializadas en dicha labor tan difícil y esperada con tremendo interés y, en algunos casos, hasta con cierto grado de angustia, por quienes por muy diferentes intereses, aguardan toda la información relacionada con las elecciones. Luego, muy brevemente, sobre lo que se puede esperar del balotaje, es decir de la pugna que los dos candidatos a la presidencia que obtuvieron mayoría de sufragios han de definir en el próximo acto eleccionario.
Como se señala precedentemente, la labor de realizar encuestas sobre las tendencias que prevalecen en el electorado, a través de consultas que se realizan a determinados porcentajes de ciudadanos, es algo que se considera parecido a una foto de un determinado momento, apto para dar una idea de la realidad de tal momento, pero que inevitablemente tiene un porcentaje de error. Tales consultas son efectuadas por especialistas para definir sus bases fundamentales y además por idóneos con experiencia, que en algunos casos se remontan a muchos años de actividad. Aun cuando provengan de quienes han sido muy correctamente seleccionados para ser consultados, las encuestas no pueden, sin lugar a duda alguna, ser algo más que una idea aproximada de la realidad, se reitera, del momento, con un margen de error determinado, pero que de ninguna manera puede ser equivalente a ella, vale decir, a la realidad. Ello es algo que jamás dio lugar a dudas acerca qué es una encuesta realmente.
No obstante, en la etapa previa a las elecciones del pasado 26 de octubre, en la que varias empresas encuestadoras tuvieron importantes coincidencias, prevaleció en muchos ciudadanos y en sectores de los partidos políticos, así por lo menos lo entendió el responsable de esta columna, la cuasi convicción de que lo que prevalecía en las encuestas era entendido como poco menos que equivalente a la realidad. Y tal convicción prevaleció durante el lapso en que se desenvolvió buena parte del proceso preeleccionario.
Pero sucedió que hubo en la realidad ciertas diferencias no despreciables entre encuestas y resultados electorales, sin duda inevitables. Tal es la visión de quien escribe: no se advirtió por muchos que una encuesta, sin perjuicio de ser un muy útil elemento a tener presente, no es equiparable a la realidad.
Con relación a la otra cuestión que se desea abordar en este comentario, solo se desea expresar que es imposible predecir cuál será el resultado del enfrentamiento entre los candidatos que han de disputar a través de las cifras de la última elección, por las grandes diferencias entre ambos enfrentamientos electorales. Ello equivale a decir que cualquiera de los que han enfrentarse por la presidencia podrá obtener la mayoría que le habilite a acceder a ella.
Tales los conceptos que, con verdadera convicción, se desea hoy glosar en esta columna.
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