Paysandú, Viernes 07 de Noviembre de 2014

Apertura, en lugar de encerrarnos en el bloque

Locales | 31 Oct Todavía con escenario favorable, pese a un enlentecimiento de la economía mundial, el Mercosur sigue presentado incógnitas, tan o más grandes que la situación socioeconómica de sus principales socios, Argentina y Brasil, por las dificultades en su economía pero también por decisiones políticas internas y hacia fuera que condicionan a los socios menores y el comportamiento general del bloque.
Mucho se ha dicho y escrito sobre los problema del Mercosur, sobre todo para países pequeños como Uruguay, que necesitan abrirse al mundo, pero las respuestas han sido prácticamente inexistentes para estar a tono con el desafío, porque además no funcionan los tribunales de organismos internos para dirimir diferencias, y se está siempre anteponiendo lo político a lo jurídico, como sentenció en su momento el presidente José Mujica.
No escapa a estas decisiones políticas medidas que aplica el gobierno de Cristina Kirchner, como la prohibición de que las cargas argentinas sean transbordadas en puertos del Mercosur que no han suscripto el acuerdo regional sobre transporte marítimo, que fue ratificado por todo el bloque menos por Uruguay.
Le sucede a una medida orientada en la misma dirección respecto a las cargas que se transportan por la hidrovía Paraguay-Paraná-Uruguay, en clara afectación del movimiento de cargas en el puerto de Nueva Palmira, pero seguramente la mayor contundencia negativa de estas medidas tiene que ver con el enclave logístico del Uruguay en el esquema de puertos de la región.
Paralelamente, comenzó a regir la resolución que incrementa los costos para los exportadores paraguayos generando un golpe al puerto de Nueva Palmira: los convoyes que bajan por la hidrovía hasta Rosario pueden venir en una sola unidad con hasta 30 barcazas pero a partir de allí por razones de seguridad de la navegación en el Paraná pueden continuar de a 16 barcazas. Asimismo se aplica una disposición que establece que hasta Nueva Palmira se reduce a ocho barcazas, con lo que los exportadores tienen que dividir el convoy y hacer aduanas, usar remolcadores argentinos, entre otros gastos portuarios que afectarán a la terminal del departamento de Colonia.
Los operadores estiman que en realidad es una medida de castigo hacia la competitividad que tiene Nueva Palmira respecto a las terminales argentinas, enmarcado al hecho de que en poco tiempo a partir del sonado diferendo por el aumento de la cuota de producción de UPM Botnia, ya desde el año pasado, se han sucedido medidas coincidentes unilaterales desde Buenos Aires que afectan sensiblemente al Uruguay.
En su momento el canciller Luis Almagro dijo en comisión legislativa que la idea era acudir a los tribunales del Mercosur, lo que sin dudas ha sido un exceso de optimismo, desde que la orgánica del acuerdo regional jamás ha funcionado ni ha solucionado alguno de los planteos que se han trasladado para su dilucidación.
Pero recurrentemente además se suman medidas que no son buenas también desde el vecino del norte, Brasil, el que ha propuesto recientemente el mantener excepcionalmente elevado el Arancel Externo Común (AEC) de los lácteos, situado en un 27 por ciento, así como eventualmente extender esta medida a otros rubros, en una orientación netamente proteccionista que pretende contemplar a un sector muy importante, pero que muestra disposición del bloque a seguir encerrándose respecto al resto del mundo.
Pero claro, Brasil es casi un continente en sí mismo, muy lejos del escenario del Uruguay, que tiene mejores opciones que el encierro y más aún, por cuestión de sobrevivencia y crecimiento económico necesita seguir abriéndose al mundo en condiciones que permitan un intercambio fluido y en lo posible generar mejores posibilidades para productos uruguayos. Tal es el caso de los cítricos con la Unión Europea, por ejemplo, sin perder de vista que el intercambio es precisamente eso, dar y recibir, y por lo tanto es impensable situarnos en la misma tesis Argentina de buscar exportar todo y no importar nada mediante trabas y barreras de todo tipo. Es que el mundo no funciona así, y de lo que se trata es de maximizar ventajas comparativas y competir en lo posible en lo interno con menores costos, tanto para favorecer la competitividad de lo que se exporta como la de los que en lo interno compiten con los productos que se importan.
Es decir que estamos hablando de intercambio y no de regalos, por concesiones graciosas, ni siquiera por la mentada “solidaridad” ideológica dentro del Mercosur y el subcontinente, y ello explica que por ejemplo los tratados de libre comercio impliquen condiciones a cumplir por ambas partes, por mayor diferencia que haya entre las economías de los países signatarios.
Por ejemplo, tenemos que durante años nuestro país estuvo bregando por acceder con sus cítricos al mercado de Estados Unidos, donde se pagan buenos precios, lo que se ha logrado poco después de una situación similar con los arándanos, y es impensable que se pretenda impedir que ese país no pueda colocar sus pollos en nuestro mercado, más allá de los reparos del sector avícola afectado, naturalmente. El Mercosur, que se ha transformado en un club de amigos, implica en buena medida más encierro que oportunidades, y deberíamos pensar en socios más lejanos pero realmente abiertos, como los países del Pacífico, donde tampoco nos van a regalar nada en el intercambio.
Y sería de necios insistir con el más y mejor Mercosur, mientras sea sinónimo de encierro, con una Argentina que con su postura impide un camino abierto hacia negociación bloque a bloque con la Unión Europea.


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