Paysandú, Viernes 07 de Noviembre de 2014
Opinion | 01 Nov A partir de los números que arrojaron las elecciones del domingo en todo el país, han quedado en el banquillo de los acusados las empresas encuestadoras y hasta los propios encuestadores. Estos cuestionamientos surgen a veces desde dirigentes de los partidos que consideran que se vieron subvalorados en los números de la encuesta días antes de las elecciones, partiendo tal vez de que hubo intención en subrepresentar a su partido, por vaya a saber que intereses ocultos.
Este razonamiento parte de una visión muy simplista, y desde el fondo de los tiempos por ejemplo los especialistas coinciden en que no hay un estudio que determine la forma en que influye la encuesta en la opinión pública, porque la reacción individual del elector puede ser disímil. Y la prueba está a la vista.
Partiendo de esta base, tenemos además que el trabajo de los encuestadores se sustenta sobre un pilar fundamental, que es la credibilidad, y cuesta poco inferir que por más simpatías que eventualmente se tenga por una opción partidaria, al torcer los resultados que se generan cuando se levantan los datos, se rifa el prestigio y el trabajo de la empresa, desde que nadie en su sano juicio querría contratar a una encuesta que no es confiable.
Por lo demás, sin dudas que se tiende a sobredimensionar lo que representa una encuesta, que en buena parte de los ciudadanos y hasta los dirigentes políticos se pretende visualizarla como un pronóstico, cuando de lo que se trata es de un muestreo con un margen de error significativo, por cuanto hay un sector de la población que se resiste a expresar su presencia o a quien va a votar en esta oportunidad.
En fin, hay personas que no revelan a quien votaron o van a votar, otros --un porcentaje menor-- que cambia o decide su voto ya sobre el acto eleccionario, y seguramente hay fallas en metodología de trabajo de campo de las propias encuestadoras --que trabajan con recursos limitados, porque las encuestas son costosas-- que se han coadyuvado seguramente para que se genere este clima de cuestionamiento hacia empresas que hasta hace poco eran confiables en la percepción del ciudadano, y que deben hilar muy fino para ajustar su tarea profesional de acuerdo a las exigencias que se plantean, para tratar de recuperar buena parte de la credibilidad perdida.
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