Paysandú, Sábado 08 de Noviembre de 2014
Opinion | 04 Nov La caminería rural resulta de vital importancia para países como Uruguay, y no solo en lo que refiere a la calidad de vida de la población que reside en áreas alejadas de las zonas urbanas y que necesitan conectarse, sino sobre todo para la salida de la producción y acceso a los insumos, nada menos que en un país de sólida base agropecuaria, y que en la última década sobre todo ha generado un crecimiento a partir de la madera, granos y la pecuaria tradicional, entre otros rubros que se han incorporado al esquema productivo.
Sin dudas que esta red primaria debe ser complementada por buenas carreteras y una logística multimodal que permita el acceso en tiempo y forma de estos productos a los lugares de destino, con punto de partida hacia el exterior a través de los puertos o la industria dentro de fronteras, y por lo tanto coincidiremos en que el esquema es realmente una cadena que será tan resistente como lo sea su eslabón más débil.
Por lo tanto el contar con una vialidad rural acorde a las necesidades del esquema productivo resulta ya vital a esta altura.
Lamentablemente, esta ha sido también una de las flaquezas para la salida de la producción, por cuanto el sistema tiene una alta vulnerabilidad por los problemas históricos que acusa la conformación, diseño y tratamiento de esta red de caminería, que presenta diferencias marcadas entre las zonas de que se trate, pero con el común denominador de requerir un alto costo de mantenimiento por el pavimento de tosca y a veces hasta solo de tierra y piedra, además de sus puntos críticos en tramos anegadizos. Por si fuera poco, existen puentes que son desbordados por crecidas de ríos y arroyos, con pasajes angostos y que a veces no soportan el peso de los camiones que llevan madera y granos, fundamentalmente, lo que genera una problemática que se agudiza cuando se registran períodos muy lluviosos, como una dificultad permanente.
De ahí la importancia de buscar alternativas y sobre todo respuestas efectivas a este punto débil del esquema productivo, que en alguna medida se ha tratado de paliar a través de un programa coordinado entre el Ministerio de Transporte y Obras Públicas y las intendencias.
Igualmente, el planteo que se ha desarrollado hasta el presente tiene sus defectos, que se centran precisamente en la magra calidad de los materiales empleados, porque se sigue utilizando la tosca como la base de la pavimentación, y pese a que se han reconstruido y mejorado varios puentes, no puede soslayarse que hay zonas que sufren marcadamente los períodos de lluvias, aunque también es cierto que hay también algunos usuarios desaprensivos que irresponsablemente utilizan el camino cuando llueve y terminan destrozándolo. Ante este escenario, es plausible que se haya llegado a un acuerdo entre Cementos del Plata, que comercializada el cemento Portland y la cal de Ancap, con la empresa privada Stalori S.A. para el uso del producto Bitafal en base a estos materiales del organismo estatal, para su empleo en la caminería rural, de acuerdo a lo adelantado a EL TELEGRAFO por Juan Gómez, integrante del Directorio de Ancap.
La citada empresa tiene una vasta experiencia en ruta y caminería, y se ha comprometido al uso del cemento y la cal de Ancap, lo que ya ha propuesto el organismo en el Congreso de Intendentes, como una forma de construir una alternativa a la tosca que se utiliza extensamente en la caminería rural, con los problemas apuntados.
Se trata en realidad de una especie de “pastón” como el que se utiliza desde hace muchos años en la industria de la construcción, con un maquinado especial, y presenta condiciones muy favorables en cuanto a resistencia y mantenimiento para su uso en vialidad rural, en tanto no necesita grandes volúmenes de balasto o tosca, sino que utiliza el mismo piso existente, sin que sufra perjuicio por la lluvia y a la vez sin requerir mantenimiento por mucho tiempo.
Y si bien naturalmente tiene un costo inicial más alto en cuanto al tendido del pavimento, en la década de vida útil que tiene se ahorran miles de dólares por kilómetro, por lo que estaríamos ante una perspectiva muy favorable para el empleo de material en una red de 60.000 kilómetros de caminería rural, además de los mil kilómetros de carreteras que no están pavimentadas en todo el país.
De lo que se trata pues, es de analizar el punto con los correspondientes elementos técnicos y considerar instrumentos financieros y de coordinación de las intendencias para promover el empleo de este material, que si bien requiere una significativa inversión inicial, lo compensa con creces en el corto plazo con el no uso de maquinaria y mano de obra para mantenimiento. A ello debe agregarse que incorpora además una sustancial mejora en la calidad de vida para la población rural en todo el país, al ofrecerle caminos confiables y duraderos, aún en épocas de lluvias que suelen dejar aisladas a poblaciones enteras en muchas zonas críticas.
Una posible alternativa financiera, que en alguna oportunidad se pretendió usar con otros fines, sería la integración de un fideicomiso por unos quince años, para generar los recursos que permitan dar de entrada una respuesta contundente a las necesidades del departamento en esta materia, para luego ir administrando el instrumento de forma adecuada, de forma de consagrar una respuesta a tono con las exigencias del país productivo que tanto se menciona.
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