Paysandú, Martes 11 de Noviembre de 2014
Locales | 07 Nov VARIACIONES DE MEYERHOLD, de Eduardo Pavlovsky. Teatro El Séptimo Sello, Mar del Plata, Argentina. Dirección: Viviana Ruiz. Con Marcelo Scalona, Sol Von Friederich, Marcos Moyano. Teatro Florencio Sánchez. Miércoles 5 de noviembre de 2014.
Nadie puede matar al arte, aunque sí a los artistas. Como ejemplo, Vsévolod Meyerhold, ferviente comunista, mandado fusilar por Joseph Stalin en 1940 porque no creía en el realismo soviético sino en un arte libre y soberano, dado a la experimentación, que no se basara en simplemente decir un texto, sino que considerara al actor en un instrumento total y completo para alcanzar el arte teatral, ese que conmueve tanto al espectador como al actor.
El sicoanalista Pavlovsky, notable dramaturgo con el sicodrama como su mejor carta de presentación, escribió esta obra que se basa en la última etapa de la vida de Meyerhold, cuando estaba ya encarcelado y era sometido a torturas, antes de ser condenado a muerte por Stalin. Lo habían obligado, mediante las torturas, a que firmara un documento en el que confesaba su “crimen” artístico. Encerrado en un cuarto, Meyerhold recuerda su vida, habla de sus conceptos artísticos, su dramaturgia revolucionaria, su moderno concepto de puesta en escena. Y al mismo tiempo, la obra expone cuán importante es el teatro de Meyerhold hoy en día, adentrado el siglo XXI, defendiendo la improvisación creadora.Asimismo, el otro gran tema de la obra es el horror del totalitarismo, que por puro capricho divide entre “los míos” y “los de ellos”, entre los que merecen vivir y los que deben morir. Las dictaduras latinoamericanas --no solamente la de Stalin-- también supieron pisotear a los defensores de la imaginación, a los que creyeron en la estética por encima de todo, a los que auto defendieron los principios que los habían convertido en artistas.
En escena, un exuberante Marcelo Scalona, que sabe de tempos, que se desdobla, que ruega, que impone, que compone. La obra, que apenas si reserva pequeños papeles para su torturador y para la imagen de su esposa (la de Meyerhold también fue muerta por orden de Stalin), es precisamente una oportunidad para que un actor haga uso de todas sus dotes, lo que a Scalona parece venirle como anillo al dedo.
La propuesta atrapa desde la apertura del telón –con esas risas de un hombre dolorido pero no quebrado-- hasta el final, que llega más pronto de lo deseado.
Y esa es una de las curiosidades tanto de la obra como de la puesta en escena, desde que no todos conocen a Meyerhold ni a su obra ni su predicamento. Pero el legado del artista ruso se expande por el escenario, se corporiza y se introduce en cada espectador. Esto es teatro, una propuesta integral que hace aquello que se espera cuando uno se sienta en la butaca del teatro: conmueve. E.J.S.
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