Paysandú, Miércoles 12 de Noviembre de 2014
Opinion | 07 Nov A esta altura ya nadie con un conocimiento más o menos aproximado de la realidad socioeconómica del país puede dudar que gran parte de la mejoría económica del Uruguay en la última década se debe en gran medida al derrame de recursos en lo interno proveniente de las exportaciones de productos primarios, al amparo de los elevados precios de los commodities en el mercado internacional.
Entre estos productos primarios figuraron los granos, sobre todo la soja, que tuvo su boom en nuestro país debido a las inversiones de productores argentinos, que hicieron que de un tercer o cuarto puesto lejano se transformara por lejos en el cultivo con mayor superficie implantada y de mayor volumen de producción, desde hace varios años.
Hasta ahora no ha habido consenso respecto al grado de incidencia de los granos y la agricultura en general en el escenario socioeconómico nacional, un aspecto que ha analizado recientemente la consultora Deloitte y que desgrana en un informe dado a conocer por El País, que indica entre otros datos que la producción de oleaginosos generó el año pasado 14.800 empleos tomando en cuenta el rural, los servicios agrícolas y el transporte. En tanto, de cada U$S 100 que se exportan en soja más de U$S 70 son valor agregado económico, por movimientos internos en apoyo al sector.
Los datos se desprenden del informe “El complejo oleaginoso en Uruguay” que presentó la Cámara Mercantil de Productos del País en conjunto con la citada consultora. Si se toma como referencia la proyección de exportación para este año que se sitúa en unos U$S 1.700 millones, esto representa unos U$S 1.200 millones asociado al conglomerado oleaginoso.
La economista de Deloitte, Florencia Carriquiry, explicó en base a este informe que durante 2013 la producción agrícola de secano generó alrededor de 6.600 empleos en chacra. En tanto, los servicios agrícolas (incluyendo actividades de apoyo a la agricultura, actividades posteriores a la cosecha y procesamiento de semillas para la propagación) generó de forma directa unos 8.800 empleos adicionales. A ello se suman cerca de 400 empleos en el sector del transporte.
La economista destacó que la expansión de la agricultura se apoyó en un contexto “muy favorable” para el sector con precios de granos que alcanzaron niveles récord, sobre todo por el crecimiento de la demanda, principalmente de Asia, y de la abundante liquidez mundial que prevaleció tras la crisis en los países desarrollados. Pero, al mismo tiempo, los costos de producción mostraron “fuertes subas” y alcanzaron niveles “muy elevados”.
Igualmente, los márgenes del cultivo de soja se ubicaron en niveles aceptables, debido a que los buenos precios de venta permitieron absorber los altos costos, indicó Carriquiry. El rendimiento medio (antes de pagar la renta de la tierra) en la soja de primera tuvo un margen de U$S 460 y en el caso de la soja de segunda de U$S 412, en tanto la situación es diferente en el caso de otros productos como el girasol y la colza con márgenes de U$S 230 y U$S 30 por hectárea respectivamente.
Pero la diferencia radica en que en el costo de arrendamiento de la tierra se produjo un aumento muy marcado, en un contexto de fuerte suba en los mismos precios de la tierra. En este sentido, el estudio da cuenta que aproximadamente un 70% del área sojera se realiza sobre tierra arrendada. Esto supone que la producción paga unos U$S 290 millones de rentas al año. Las rentas varían entre U$S 230 y U$S 440 anuales por hectárea.
A su vez, la producción de oleaginosas demanda unos 700 millones de dólares en insumos y servicios al año, conformada por 160 millones de demanda de servicios de labranza y de aplicaciones, 150 millones en fertilizantes, 120 millones en agroquímicos y fitosanitarios, 140 millones en semilla e inoculantes, 70 millones de combustibles, 9 millones en fletes de insumos y 40 millones de dólares en servicios técnicos y seguros.
A esos costos en chacra se suman los de actividades posteriores a la cosecha, como transporte, secado, acopio y logística en puerto, que representan unos 290 millones de dólares adicionales, todo lo que indica la magnitud del derrame de esta actividad agrícola sobre la economía nacional y explica gran parte de la recaudación adicional que ha logrado el Estado en este decenio.
Pese a la importancia de las cifras, está de por medio el hecho de que siempre se está exportando productos primarios para procesar, por mayores recursos que se generen en lo interno, y que es mucho mejor promover que por lo menos parte de esta producción, como es también el caso de la madera, reciba dentro de fronteras un proceso total o parcial, de forma de mejorar inversiones en infraestructura, en el área industrial, en incorporación de tecnología y en crear empleos de calidad.
En este sentido, el ministro de Industria, Energía y Minería, Roberto Kreimerman destacó el crecimiento del sector y la necesidad de avanzar en la generación de más valor agregado en la fase industrial que “se está logrando constituir”, y, puso como ejemplo la inauguración reciente de dos plantas para la producción de aceite, biodiesel y alimento animal.
Y si bien puede convenirse que este es un paso en la buena dirección, igualmente estamos todavía ante un marco insuficiente, sobre todo cuando el escenario internacional habla de retracción y de un enlentecimiento de la economía china, que ha sido el motor en la compra de materias primas.
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